Babas





La bestia.


No tengas miedo de coger mi mano. Sé que es áspera y fría, que está helada como la escarcha y parece sin vida, pero es que hace tanto tiempo que espero... Tanto que apenas recuerdo el tacto de otra piel que no sea la que cubre mis huesos y deseo sentir el calor de tus dedos sobre los míos.
Puedo llevarte a mi mundo pero temo que mis sueños sean para ti pesadillas. Lo leo en tus ojos, me abominas. ¿Que he hecho yo para merecer tu desprecio? ¿Es por mi aspecto?
Puedo ser lo que me pidas, todo lo que mi pluma sea capaz de plasmar en el papel. Galán, gentil o villano, solo has de dejar que tu mano se una a la mía y tus fantasías de cuando niña parecerán nimias chiquilladas ante lo que yo te ofrezco.
Comienza a soñar y deja de buscarme dentro del armario o debajo de la cama, no soy un monstruo y lo sabes.
Mejor hallarme entre tus sábanas las noches de invierno, sobre tu cuerpo en verano, a tu lado en la primavera y no dejar lugar a un otoño que nos marchite.

Eternamente joven, por siempre hermosa en esta historia que te entrego. Vive entre mis líneas y nunca más tendrás que preocuparte por el dolor y la fatiga de lo mundano. Dame la mano y mirate en este espejo, es su reflejo lo que te ofrezco. Mi regalo es la inmortalidad y a cambio... A cambio solo has de darme la mano.




Corazón de oro.

Tu corazón es de oro 
y todos lo codician, 
no vale el mío al peso, 
un beso ni media caricia.
Es tu sonrisa, 
socarrona y burlona, 
la rendija por la que escapa el brillo, 
de un metal que es tan frío, 
que si me aproximo quema.
Ofrecería las yemas, 
arriesgaría los dedos.
Justo precio sería perder la mano, 
de poder tocarlo.

Tu corazón es un tesoro 
que con nadie compartes.
A salvo bajo siete llaves, 
tu pecho es el cofre 
donde lo escondes.
¿Porqué ese empeño 
por mantenerlo preso? 
¿Acaso temes que te lo robe?
No han de abrirlo mis versos, 
ni los cantares de mil juglares.
Tu corazón es de piedra 
y el dorado fulgor que refleja,
tan solo una quimera.












Te soñé conmigo.

Te soñé en primavera y eras rocío, aroma a romero, a espliego,  a tomillo. Entre los campos de trigo, te soñé conmigo.
Te soñé cercana, dulce fragancia de canela en rama. Yo era tierra baldía que espera la lluvia, con el mismo deseo con el que las mareas anhelan besar la arena y llevarla consigo.

Te soñé conmigo. 

Te soñé a mi lado y también soñabas, pero llegó la mañana y al despertar ya no estabas.Entonces te añoré. Te añoré como el solitario añora un amigo, 
como el mendigo unas monedas, como quien tiene frío y no encuentra consuelo, luz ni abrigo, en el brillo de la estrellas.
Entonces te esperé, te esperé sin reproches, llevando en la mano un ramo de buenas razones.Y así, esperando, llegó el verano.

Té soñé entonces siendo un pájaro, migrando hacia el sur, volando a tu lado. Mi sueño era un lienzo, donde se mezclaba el verde del mar con el azul del cielo.
Pero tanto hace que llevo esperando, que no reparé en el hecho de que me hice viejo, y es tan largo el trecho que nos separa, que mis alas cansadas 
no soportaron del tiempo el peso y acabé cayendo rendido al vacío.

Te soñé conmigo.

Soñé durante el otoño marchito, soñé que no estabas conmigo.
Te soñé distante, etérea y difusa, te soñé confusa, te soñé muy lejos. Te soñé y eras nieve cubriendo las cimas, tan pura y a la vez tan fría. Temí que llegase el día, que el sol derritiera tu recuerdo. 
Miedo de que acabe el invierno, de que al llegar la primavera de nuevo, deje de soñar contigo.





¡Yo quiero ser pirata!



La princesa está triste y a nadie recibe en su jaula de oro. Se muestra distante y no atiende al decoro ni al protocolo.
Suenan campanas de boda, pero no hay alegría en sus ojos. “¿Qué es lo que te pasa?” Le pregunta el monarca y ella le responde sin ningún sonrojo, que quiere por novio al cojo, al de la pata de palo, parche en el ojo y sobre el hombro un loro. "No ha crecido mi niña, pobre chiquilla, aun cree en cuentos de hadas." Le da la espalda su padre, y al salir por la puerta la cierra con llave.

La princesa esta triste y escribe sonetos de capa y espada. ¡Yo quiero ser pirata! grita, y entre verso y verso,los suspiros se le escapan por la garganta.
Ella no quiere joyas ni codicia la plata. ¡Ella quiere ser pirata! Escapar de esta trampa de telas de seda, del lujo y la pompa,de la cómoda vida que tanto la ahoga.
No quiere vivir a la sombra de un tonto príncipe, atrapada entre los muros de la discordia. No quiere mantas de terciopelo, tampoco esmeraldas engalanando su cuello. Quiere un sombrero de ala ancha, como los que lucen los bucaneros.

La princesa está triste porque nadie la escribe, porque vive de prestado a este lado de la ventana. Quien tuviera alas, se apena mi niña y grita. ¡Yo quiero ser pirata!
Sobre la cubierta de mi fragata, cantarle a la brisa mientras las olas me empapan la cara. Sentir como el viento enmaraña mi pelo, como infla las velas y me lleva muy lejos mar adentro. Vivir sin la prisa de quienes temen la muerte. Quiero ser fuerte ¡valiente! no un juguete. No ansió volar como una cometa, sujeta de un hilo al capricho, de un destino que no he elegido, que no es el mío.

La princesa está triste porque sabe que solo es un sueño. La desposaran a la fuerza con un cretino, qué le cerrará las puertas y la cargará de hijos. Solo su cabeza navega y escapa, dejando  atrás una tierra a la que rodea la niebla, de un futuro marchito, de una vida en galeras.








Sobre la corteza.

Sobre la corteza de un árbol joven, he grabado tu nombre.
No por más noble, es la madera del roble menos efímera.
Elegí una encina para portar la herida de esas siete letras.
¡Qué mil años viva! Se adentren profundas las raíces,
que arraiguen con fuerza en la tierra,
para soportar el peso de estos que son mis lamentos.
Y cuando se pierda el recuerdo,
cuando crea que ya nada queda de lo que siento,
regresaré a estos campos, ahora ya viejo,
para verme en el espejo de su corteza
y tener la certeza de que no fue un sueño.




La invitada no deseada.

La tristeza, cuando llega, no llama a la puerta ni porta maletas. Es su virtud la paciencia y espera a cuando no miras, para colarse furtiva por rendijas y grietas.

No pone fecha a su partida, siempre asegura que su estancia es efímera, que cualquier día marchará de puntillas sin que notes su ausencia. Pero lo cierto, es que aunque  te colma de caricias y besos, como el frío en invierno se instala en los huesos para pudrirte hasta el tuétano.

A la tristeza nadie la llama,  nadie la invita y, sola como está, se acomoda en casa ajena para hacer tuya su pena.

Es la cuerda de seda, que suave te ata sin que te des cuenta.  No le tiembla la voz cuando te jura su amor, pero no es verdad que te quiere, solo eres un pelele en sus brazos, y en su traidor regazo, te canta una nana haciendo gala de su envenenada voz.

Te mece y te arrulla para que no despiertes.  Ella es quien cierra todas las ventanas para que no escapes y vueles, es el cristal contra el que se estrella la mosca una y mil veces y tú su juguete.

Es a su vez la tristeza, presa de los celos, una niña egoísta que nada comparte y se encierra con llave junto a todos sus amantes.
Ya nada será como antes, mirada distante y sombrío el semblante, errante como alma en pena, ella siempre anda cerca y nunca se aleja. La guía la envidia cuando camina, su única amiga, la melancolía.

La tristeza detesta la luz, solo se siente cómoda arropada en tinieblas, envuelta en la niebla desea  te pierdas y te arrastra con ella junto a sus miserias. Ella es quien todo lo apaga y, aunque asegura que te ama, extingue las llamas y te sume en la oscuridad más fría y amarga.

Cuando la tristeza te tiende la mano se toma el brazo, y ya en su regazo eres su esclavo. Te calza bozal y correa, toma las riendas, te ordena la agenda y te marca las pautas, toca la flauta y tú ya solo bailas su canción.

Y es que la tristeza se esfuerza en hacer bien su trabajo, lo hace a destajo sin tomarse un descanso.
Porque la tristeza mata de forma lenta sin que te des cuenta, es de la esperanza mortaja, trucada 
balanza que se inclina siempre a su favor.

Di adiós al calor.


Si es así como te sientes, es que ahora lo sabes, la tristeza ha llegado para quedarse










El peregrino.

¿Qué mejor lecho que el suelo? 
Como techo el cielo, de las estrellas el brillo, 
 el reflejo de la luna en el rio. 
Y a los que me llaman mendigo, les digo:
 ¿cómo sentirme pobre siendo todo esto mío? 
Por la noche me acunan los grillos, 
me despiertan con sus trinos alondras, jilgueros, pardillos. 
Al alba re emprendo el camino aun somnoliento, 
que la vida es sueño 
y fue nuestro idilio estando dormido.

No más vagar por tabernas persiguiendo sombras,
relatando historias para anodinos oídos,
cambiando mi vergüenza por vino. 
Complacidos, tan pronto me lanzan monedas 
como me arrojan fuera,
y de esta manera es como emboto mi mala conciencia. 
No entiendo que la vida es sueño 
y que fue nuestro idilio estando dormido.

Abortos son mis palabras 
pues quedó mi lengua roma, mi ingenio en coma  
y de mi estéril garganta nacen los versos ya viejos. 
Sigo buscándote con la ilusión de un niño. 
Ese es todo mi empeño, aun sabiendo que la vida es sueño 
y que fue nuestro idilio estando dormido.

Me despierte de este sumiso letargo la muerte, 
si ya no he de volver a verte. 
No quiero recordar de tus mejillas el tacto, 
de tu pecho el calor, la humedad de tus labios. 
No acepto que de ellos nunca fui dueño, 
que la vida es sueño, 
y que fue nuestro idilio estando dormido.






Espíritu de contradicción.

Tanto decir que lo siento, para luego dejarlo de pie, que ya nadie me cree cuando aseguro que aun respiro por tu boca. Sabiendo que es mi sustento tu aliento, me haces remar contra el viento pues, de no alcanzar tus labios a tiempo me muero y sin embargo te alejas, dejándome los pulmones negros.
Que es tu ausencia la soga que se me enrosca en el cuello y me ahoga. Los pies a un palmo del suelo, nadie me guardara duelo tras mi viaje al infierno que es el invierno del desapego.
Y tú que vas y vienes según te conviene, trayendo contigo escarcha o rocío por mero capricho, no sabes, no entiendes, no quieres, mas no te duele y aseguras no te concierne mientras se cierne, pendiente de un hilo la muerte, sobre lo apenas nacido y ya marchito.
Me retiro entre cortes de mangas y pitos, dime con quién andas... y solo me suena la flauta por casualidad. Qué más da si no me toca ni el reintegro, esto es todo lo que me entregó la providencia, paciencia para esperar tu regreso.
Procuraré mantenerme ileso hasta entonces, luciendo la medalla de bronce y, si segundas partes nunca fueron buenas, mejor no hablar de terceros que es como tenía el seguro del coche antes del choque con aquel camión de colchones.
¡Cómo me mola el espíritu navideño! Brindemos, que aún estamos a tiempo de embotar la conciencia que, como ya he dicho, es paciencia lo que me traen cada año los reyes, tirada por bueyes que no pierden el fuelle aun siendo grande el peso de la decepción.
Como de costumbre divago por no atreverme a decir adiós, mejor desear lo mejor como manda el protocolo en estas fechas y zanjar la cuestión.

Felices vacaciones de invierno a todos.





El sueño de una noche de verano.

Hay días que nacen torpes, días que, por contar con los dedos y no con la lluvia, se empapan de tedio y no acaban nunca.
Hay días dignos de olvido, carentes de sentido y sin valor añadido. Días en que es mejor no levantar la mirada de tu propio ombligo, días de explorar en tu yo más profundo y sacar de la nariz, pegado al dedo, un pedazo de cerebro.
Días en los que si me rio me duele, días en los que todo se tuerce, en los que apetece perder contra la muerte a los dados. Días en los que, como siempre, no están de tu lado los hados, en los que no meneas el rabo por no haber encontrado un árbol donde desahogarte.
Hay días que pasan de todo menos de los minutos, días que son un insulto. Días que nunca perecen, que parece crecen pero sin llegar a viejos. Días que son puro estiércol.

Hay noches con prisa, de etílica risa y nula cordura. Noches sin luna, con exceso de bruma y de lagunas mentales. Noches letales, de alcohol y mosquitos en el chiringuito más cutre.
Noches esquivas, noches adulteras, noches de vino y espinas,
noches sin rosas.

Hay días que nacen torpes, que caminan de lado como los cangrejos y a tu paso fenece la luz de las farolas.
Amanece en la playa, sobre la arena hoy compartirás con el mar resaca y mañana… mañana se acaba el verano y junto a él el sueño de una noche que no fue ningún poema, y si lo fue… si lo fue tampoco te acuerdas.




Palabras sobre la arena.

Escribo sobre la arena,
poco importa que lo borren las olas.
Breve instante dura el mensaje,
que a modo de herida
quedó en la tierra.
Si no se comparte no es más que polvo,
y el viento se lo lleva.
En algún lugar olvide cincel y martillo,
me basta el dedo, para dibujar los surcos
que dan forma a las palabras.
No me importa que no perduren en el tiempo,
que no permanezcan eternas grabadas en piedra.
A nadie interesan, nadie las lee,
en nadie dejan huella.
Escribo sobre la arena mis inquietudes
y al subir la marea, nada queda,
el mar las secuestra.





Sobre la corteza.

Sobre la corteza de un árbol joven, he grabado tu nombre,
para cuando de mi cabeza el tiempo tu rostro borre.
Para cuando la llama ya extinta no me alumbre
para cuando se desvanezca el recuerdo y no te busque
para cuando de por concluida mi historia y me pierda en el bosque
sobre la corteza de un árbol joven he grabado tu nombre.

Tatuado en una encina para que mil años viva
para que ahí siga aunque a nadie le importe.
Crezca sobre la tierra y su tallo no abarquen miles de brazos
bajo las raíces mis anhelos, en el tronco tú recuerdo.
Que su sombra cobije mis sentimientos
y los libre de miradas ocultándolos tras las ramas
para que nadie enturbie la paz del olvido
para que ninguno escuche como todo se me rompe
para que nunca más se repita ahí queda la cicatriz en la corteza.

Tus labios ya no sonríen en mi mente y se distorsiona tu imagen.
Por eso, sobre la corteza de un árbol joven, he grabado tu nombre
para cuando de mi cabeza el tiempo tu rostro borre.
Para cuando la llama ya extinta no me alumbre
para cuando se desvanezca el recuerdo y no te busque
para cuando de por concluida mi historia y me pierda en el bosque
sobre la corteza de un árbol joven he grabado tu nombre.





Tu historia interminable.

Que ricamente se está con la cabeza en las nubes, cuanto duele caerse desde ahí arriba. La historia nunca termina, es la pescadilla que se muerde la cola y, cada noche, Sherezade nos la hace pasar en vela con un nuevo cuento, otra historia en la que perderse en sueños con los ojos abiertos. Aun nos duelen las posaderas por el último golpe y ya estamos trepando por la parra con la intención de dormirnos en los laureles y la ilusión de subir por el arcoíris camino de retomar el cielo. ¿Luego? Pues nos caemos y reemprendemos de nuevo el loco sendero de los afectos y al igual que cuando de niños aprendíamos a andar, son unos brazos abiertos esperándonos los que nos animaban a levantarnos y continuar nuestra historia interminable




Inmunodeficiencia afectiva.

De hecho es un consuelo no tener que fenecer de deseo.
Agostarse en un cuarto de cuatro paredes y ocho esquinas
prescindir de rimas, de dormir al raso, de extraer espinas.
Es un consuelo borrar el pasado fumarse el recuerdo,
exhalar el humo dejándose los pulmones en el proceso.
Renegar de caricias y besos,
huir de ellos como de la inmundicia.
Es un consuelo vivir sin prisas con semblante serio,
coleccionar sellos, rascarse la tiña sin hurgar en la herida,
eternamente dormida sin necesidad de manzanas.
Es un consuelo no necesitar compañía, no sentir nada
inmunodeficiencia afectiva todas las mañanas.
Flaco consuelo dejar de sufrir si estas muerta en vida.




Por fin sola.

Por fin sola, rompen las olas contra la costa.
En lo más alto del acantilado las gaviotas parece que lloran
Miro a través del cristal empañado por el vaho de mi aliento,
Sobre el lecho un ramo de rosas desprenden su agradable aroma
un suspiro escapa de mi pecho y se lo lleva el viento, espero que lejos.
Por fin sola, abstraída en recuerdos pasan las horas.
Mis labios tan cerca de la ventana, el reflejo del sol en mi pelo.
Desde aquí que azul se ve el cielo, que sereno silencio.
Sentada en la cama, asomada al pasado la mar está en calma.
Me imagino sobre la yerba fresca saludando a la mañana
Por fin sola, duerme la nostalgia mecida por el tiempo
Y sueña en su cuna que regresas a casa para cantarle una nana.
Ahora que te has ido se respira paz, inhalo proyectos y exhalo fracasos.
Por fin sola, dirijo la mirada a la chimenea, crepita el fuego en el hogar.
¿Dónde estas?


Fin.

Si hay algo peor que no ser
eso sin duda es haber sido.
Haber sido el centro de tu universo,
el punto de apoyo donde hacer palanca
y mover el mundo.
El suspiro que escapa sin motivo aparente,
el hierro candente, el fuego en el cuerpo,
la marca del deseo.
El broche de oro al terminar la noche,
el lamento, el pañuelo, el reencuentro,
el reproche.
Tu secreto a voces…el silencio.
Haber sido el amor más absurdo,
ni el más bello ni el más puro,
el nuestro.
Por más que lo intento no olvido,
aun habiendo dejado de ser,
todo lo que fui para ti,
todo lo que podía haber sido.


Soñador.


Pobre naufrago,
deja de soñar y descansa.
Tu balsa hace aguas
y aun le cantas baladas
a la mar salada.
Si no sabes nadar. ¿Qué harás?
Cuando se te trague la mar.

Pobre mendigo,
deja de soñar y descansa.
No es moneda el cariño
que se reciba por pena
y aun así te empeñas
en llorarle a las viejas
a los pies de la iglesia.

Pobre bufón,
deja de soñar y descansa.
Buscando el calor de la grada
serán tu mortaja sus carcajadas.
Que tú no cantas, ni bailas,
ni lloras, ni mamas
y no tienes más gracia
que tu propia desgracia.

Pobre soñador,
deja de llorar y descansa.



La mala semilla.


No es por timidez que soy reacio a recibir aplausos
pues aprendí yo solo a frotarme el lomo
para que otros no me pasen por la espalda la mano
fingiendo palmada lo que en realidad es puñalada.
Recelad de los aduladores,
se lleven las flores a engalanar los traidores
la reja de sus balcones
y así todos sepan donde moran los que en mala hora
me regalaron la oreja con baldías promesas.
La culpa fue mía por creer sus mentiras.
¿Pero que es la vida si no ilusiones?
Ver solo dones cuando la miras
y pensar que es sincera su risa.
Mi único crimen fue ser un necio
desconocer que el precio a pagar
por soñar que amaba
es aferrarse a la almohada en un lecho vacío
y como la espiga de trigo dobla el espinazo
bajo el peso de su propia semilla
así me humilla lo sembrado a mi paso.
Ahora que ya nadie llama a mi puerta, me marcho
me llevo conmigo el fracaso













La deprimente historia del hombre mosca.

He de reconocer que tuve una infancia feliz, que siendo una larva nunca me faltó de nada. Hermanos y hermanas nos contábamos por miles y compartíamos despreocupados la carroña, que en abundancia, nos proporcionó de forma generosa el cadáver de un perro.
Eran otros tiempos, mejores, como todo lo pasado que en el recuerdo queda limpio y pulido. Duró poco, pronto me convertí en una pupa, que es el periodo de reflexión en el que preparamos la mente para lo que ha de venir. La naturaleza nos da alas pero también nos depara una vida de peligros fuera de la cálida y pútrida guardería en la que discurrió mi etapa de niño. Y llegó el día de abandonar el nido, de recorrer el mundo con un zumbido insistente, de enfrentarme a la muerte en cada pájaro, cada reptil, o encarnada en otros insectos. Era a la araña, agazapada en su trampa, esperando que la cena acudiera por su propio pie a quien más temía. Me faltaban ojos compuestos para vigilar que el final no me atrapara en cualquier momento y era esa incertidumbre, ese miedo constante, el que me impedía recuperar la felicidad perdida.

La busqué en excrementos, en la podredumbre, sin poder evitar pensar que estaba sumido en una espiral que no llevaba a ningún lugar. Todo lo que mis manos tocaban se corrompía y esa descomposición de mi mismo, de mi auto estima, me convenció de que era la mía una existencia vacía. Sin una meta, mi vida transcurría en la rutina de un ir y venir de mierda en mierda.
Cuando el último hálito de esperanza se tornó apatía, cuando estaba a punto de abandonar, la vida dejó abierta una ventana y por ella me colé en busca de una razón por la que continuar.

Era aquel un lugar extraño, muy distinto a cualquier otro que hubiera visitado en el pasado. Cálido, pero a diferencia de lo que estaba acostumbrado, el olor a limpio, a desinfección,  fue lo primero que me desconcertó. Poco dado mi olfato al jabón y los perfumes, me posé mareado sobre un retrato.
Caminé pegado al cristal, recorriendo la superficie en un vano intento de vislumbrar la figura retratada. La proximidad y mis ojos compuestos hacían de aquella una empresa imposible. Se abrió la puerta y apareciste en la penumbra.

Sonó un "clic" y la habitación se iluminó de forma súbita. Quedé cegado por el resplandor. Incapaz de huir volando, aterrorizado por lo vulnerable en mi ceguera, esperé que el final me alcanzara por fín. Más cómo no llegaba, lo insoportable de la espera me obligó a levantar la cabeza. Tardaron un rato mis ojos en acostumbrarse a la claror. Al recuperar la visión por completo te ví sentada frente a una mesa. Leías un libro, una melena morena caía en cascada sobre tu cara. Quedé hechizado, prendado del aroma que desprendían todos tus poros. Maravillado por aquel pelo negro y liso, por el olor a limpio, por la pureza que irradiabas. ¡Que distinto a las plastas de vaca, a los animales muertos de los que me alimento! Ensimismada en tu lectura, no reparaste en mi presencia y aproveché para acercarme tímidamente.

Revoloteé muy próximo a tu cara, intentando ver entre los cabellos el rostro que se oculta tras ellos. ¡Que susto! La visión fue tan horrible que a poco me caigo al suelo. Fue mi propio reflejo el que me heló la sangre. Encerrabas tus ojos tras unos cristales, me pareció sacrílego no mostrarlos libres. Largas pestañas les procuraban sombra y tentado estuve de posarme en ellas. Fue un mal presagio aquel parpadeo, el cómo tus ojos se entrecerraron y solo mis reflejos me salvaron de ser aplastado por tu mano.  No me hubiera importado dejarme dar muerte si con ello sentía, aún por un nimio instante, el tacto de tu piel. Juzgué más prudente guardar las distancias, alejarme para deleitarme en una mejor panorámica de tu imagen. Me pareciste pura esencia, me pareciste un ángel llegado del cielo y me invadió el anhelo de tenerte cerca. No hay que dejar de lado a la prudencia por más que el deseo nos guíe. Re emprendí el vuelo y en un intento pueril creí que la sinfonía de mis zumbidos evitaría que de nuevo, ante mi presencia, fuese la violencia tu única respuesta.

Apartaste el pelo de tu rostro y por fin pude ver el color de tus ojos, los rasgos de un semblante casi adolescente. La humedad de tus labios me secó la garganta y deseé calmar mi sed en ellos. Eras un sueño y los sueños están fuera de mi alcance. Regresó el miedo y ofuscado por la premisa de no ser aceptado, quise escapar y dejarte atrás. Entre mi y la libertad se interpone el cristal de una ventana y contra él me estrellé una y mil veces. Detrás de tus lentes tus ojos me buscan por toda la estancia y en tu mirada miope descubro la repulsión que me procesas.
Me perseguiste periódico en mano, me lanzaste de todo. ¿Tan grande es el oprobio que mi presencia te dispensa? Yo solo quiero recrearme en tus ojos, perderme en ellos sin miedo a ser aplastado. No pido nada a cambio, salvo que me aceptes y dejes que me deleite en tu compañía.

Soy bueno esquivando el peligro, hasta ahora no he he hecho otra cosa que zafarme de él. Desistes en tu empeño de darme el finiquito, cierras el libro y te metes en la cama.

No necesito de la luz cuando esta se apaga y me guio por el calor de tu respiración para acercarme. Me poso en tu nariz y por fin puedo sentir el tacto de tu piel, más cuando esta se encoge en un mohín de desagrado... ¡Alas para que os quiero! Que de no alzar el vuelo, de nuevo, tu mano me manda para el otro barrio. Recorro tus labios y me empapo en ellos, el cielo me cierra sus puertas y de un resoplido me mandas lejos. ¿Qué es lo que sueñas? ¿Sueñas conmigo? Me apeno, seguro que de estar en ellos es para morir aplastado. Me retiro a auto compadecerme hasta que llega la mañana.

Me sobresalto cuando la luz se vuelve a encender y comienzo a volar como un idiota alrededor de la bombilla. Estoy desorientado, debí de quedar dormido y no tengo claro en donde me encuentro. Entonces te veo y rememoro lo ocurrido horas antes. Vacilante, me acerco a tu oreja para instalarme en ella y susurrarte mis mejores zumbidos. Me ignoras y me hundo en la desesperación. Casi mejor tus arrebatos, que en ellos sé que existo y en este desprecio con el que me obsequias siento la ruina del desamor.

No sé si a esto puede llamarse una relación, que yo arriesgo la vida cada vez que me aproximo y si eso no es eso amor... ¿Porque me engaño? Tú solo quieres hacerme daño y te esmeras en ello simulando que no existo.
Escribes algo en un libro haciendo caso omiso de las cabriolas y acrobacias con las que intento ganarme tu atención. Es la mía la que captas con tus letras.
Me poso intrigado, deseando que me hayas dedicado alguna frase y entonces, de golpe, lo cierras.

Hubiera preferido no haber acabado siendo tan solo una mancha en tu diario. Me habría gustado, por sentir el tacto, que fuese tu mano la que me hubiera aplastado y… colorín colorado.




El carrito.


Noche de paz, noche de amor, sobre el tocador la minuta, la llama puta y ni se inmuta. María Magdalena se traga la pena, ha sido una noche buena. Judas le dejó treinta monedas mientras en casa lo esperaban para la cena.
A la orillita del rio se emborrachan los mendigos. Beben y beben y vuelven a beber, los indigentes bajo el puente. Tú te jodes mientras Herodes estrecha la mano del rey Midas y se zampan ellos solos al becerro de oro. Se congratulan las grandes fortunas, al que especula Dios le ayuda y hacia Suiza va una burra, (yo me remendaba yo me remendé, yo me hice mil remiendos y ya no me los quité), cargadita de divisas.
En el portal de Belén brilla la estrella de seis puntas, se tragó a la media luna y en la cuna un cheque regalo del Corte Ingles. Maldice José, en el bolsillo ya solo es papel mojado el décimo que no ha tocado. Llora María, condenada para siempre a fregar porterías. Así es la vida del que no emprende el camino al destierro por fueros ajenos. Que “semos” europeos y seguro nos reciben con los brazos abiertos.
Jesús ha perdido el trabajo. Le han cortado la luz y el agua. En su camino hacia el Calvario, carga sobre la espalda la notificación de embargo. Por tres veces le negó el crédito el banco mientras Pilatos se lavaba las manos.
Ropopompom, ropopompon, los antidisturbios disuelven a golpes la manifestación. Crece las indignación a medida comprendes, que para nosotros siempre es 28 de diciembre.
Maratón solidario en televisión. Pasan la gorra a punta de imagen de negritos pasando hambre. Utilicemos mejor la escoba y barramos de una vez a Sodoma y Gomorra. Se vanagloria la cadena de mayor "share". ¡Hemos recaudado mas que nadie! Máxima audiencia, los anuncios mas caros. Tras dar la limosna podemos retirarnos y mirar hacia otro lado el resto del año.
Que ridículo recordar cuando niño deseaba tener súper poderes, ser el hombre invisible. Deseo concedido.
Sigo empujando mi carro de forma testaruda. Tengo frio, se me han puesto los dedos morados y todos los cajeros están cerrados. Debe ser eso a lo que se refieren cuando hablan las cajas de "obras sociales". Dejarme en la calle para que el aire helado me mantenga el cutis terso y suave.
Voy empujando entre el gentío mi carrito vacío, el templo del delirio abre los domingos.
Ahora que al menos me creía a salvo de pagar facturas, viene un urbano me quita el carro y me multa. Entonces entiendo el porqué de mi empeño. Asirme al carrito es lo único que me mantenía erguido.
Se me doblan las rodillas y caigo al suelo. Ya no albergo dudas sobre lo que me augura el fantasma de las navidades futuras. Cierro los ojos y noto el calorcillo previo a la congelación. Sonrío, justo me dio tiempo a acabar mi lista de buenos deseos.
Iros todos al cuerno.




Una noche mágica.

Me pediste que te regalara una noche mágica y te tomé la palabra. ¡Abracadabra! Conté hasta tres y ya no estabas. Se acabó el sacarme los versos de la chistera, más me hubiera valido aceptar tú consejo y que apareciese un vulgar conejo. 
Y es que no hay truco más viejo que el de “si te he visto no me acuerdo”
que te deja para los restos, maltrecho y con lo puesto. 
Permanezco desde entonces en arresto
domiciliario, fumando y esperando que al disiparse el humo aparezcas de nuevo.
Ensimismado como estaba en mi cuento de hadas, no reparé en que hacía ya mucho que no me devolvías los besos.
Las cosas claras, el chocolate espeso, las reses bravas y el cartón al peso. Como siempre a lo hecho pecho y en barbecho el seso.
Guardé en un cajón el adiós que me negaste y continué con lo mío camino del olvido. Poco importa si subes o bajas cuando entre las piernas solo acumulas fracasos, te cruzas de brazos a verlas venir y como pasan de largo.
Por fin hora de dormir, de morirse un rato.
Más tarde que pronto acabe mi castillo de naipes, no contento con ello escribí una segunda parte. Me quedó de pena, todo el mundo lo sabe, segundas partes nunca fueron buenas.
¿Para qué romperme la cabeza pudiendo utilizar las frases ya hechas? Como nada me queda en la despensa de las ideas, espero dispensen que me apropie de historias ajenas.
¡Menuda faena! Acusado de plagio, me siento en el banquillo de los acusados. Si todos saben que con Dios no me hablo... ¿Porque me ponen de oficio como abogado al diablo?
Quiero dejar de manifiesto mi descontento. Para que así conste lo he escrito por duplicado y así al ilustre letrado le pueda servir de algo a la hora de meterse en el baño.
No cabe duda de que perderé el juicio. Acabaré sorbiéndome los mocos con el resto de locos y en esta puñetera camisa...  ¿Por dónde coño se sacan las manos?
Como me repito más que un gazpacho con exceso de ajo, me marcho. Permanezco en espera de que llegue el fin de los días. Ya va siendo hora de que la “justicia divina” se quite la venda y lo mande todo a la mierda. Y es que no se me ocurre otra manera de poner punto y final a tamaño disparate, a semejante dislate, que un armaggedon como punto y aparte.




Otoño.

No me calma la sed beber de tus lagrimas, me daña la espalda soportar la carga de tu silencio. Sentirme un necio, cuando al llegar a casa, sobre la mesa me encuentro las frases ya hechas, en la sartén los reproches y la pasión en la nevera.
Una pena que sobre la tierra hayan mas tontos que locos, no recuperar un poco de la maliciosa inocencia de cuando niño.
Nada te pido, nada me dices y las perdices pululan felices sin temer acabar de menú.
Tú y yo, codo con codo y sin embargo tan solos. Fue de otro modo en la plenitud del verano, pero llegó el otoño para pudrirlo todo.










Yo soy quien espía los juegos de los niños.

Soy quien espía tras la cortina,
los ojos que miran por la ventana
la garganta que exhala tan solo lamentos
los labios sellados, prisión de suspiros
y solo respiro por mero capricho.

Pasea tranquila por la acera la vida,
mantengo escondida la pútrida envidia
y mientras deambulan sin prisa los días
entre cabezadas y medias siestas
se consume la vela de mi existencia.

Sobre la mesa hay un esbozo
un pequeño despojo
de mis anhelos.

Bajo el balcón se detuvo el tiempo
permanezco mudo cuando me habla
ajeno a sonrisas evito el saludo
malcarado y molesto, con ceño fruncido
me falta e increpa mientras se aleja.

Poca la sombra que ofrece un árbol seco
y en el hueco no corre la sabia
tan solo las termitas lo devoran, lo irritan.
sueña con un brote verde
pero no es más que un tronco vacío
indefenso ante el fuego.

Sobre la mesa hay un esbozo
un pequeño despojo
de mis anhelos.

Soy mero espectador de alegrías e infortunios ajenos
un libro de recuerdos escritos en negro
soy quien se coloca siempre en el medio
para entorpecer a los niños el juego
y así poder compartir con ellos el tedio.

Sobre la mesa hay un esbozo
un pequeño despojo
de mis anhelos.




Navegar sobre aguas estancadas.

Navegaba sobre sosegados mares pescando calamares para extraerles la tinta y escribir lamentos con los que apaciguar la lascivia de las sirenas. Ellas esperan mis palabras, no las complazco y divago sobre el palo más alto. Oteo la niebla en busca de tierra.
Ahora estoy varado en una hoja en blanco, es de papel mi barco y empiezo a estar harto de esperar aparezca la brisa. Me viene grande esta camisa, los galones de comandante. Aunque intento lucir porte y que no se me note ni siquiera sé por dónde cae el norte.
Es difícil escapar de la desidia y no rendirse en sus brazos. También tiene su encanto abandonarse al letargo que produce el vino amargo. Sigo lanzando botellas por si sirve de algo y mientras el tiempo pasa, el sol me abrasa evaporando las ideas mi cabeza. Menuda pereza.
No me acostumbro a esto de ser un náufrago, a escribir sobre la arena para que enseguida borren las olas el mensaje junto al recuerdo. Debe ser verdad que estoy muerto pero no lo acepto y en todo este entuerto lo único cierto, a fe mía, es que no hubo entierro de la sardina.
Por lo tanto siguen los carnavales y me quedan aún muchos disfraces con los que engañar al tedio y evitar así que me eche el guante. Me sobra aguante y de ahora en adelante si quiero pescar, aun sin saber nadar, me lanzare a la mar. Dejaré de esperar se traguen el anzuelo y estiren del sedal.
Ya está bien por hoy…mañana más. (O no.)




Cantar a la lluvia.

Es cierto, que son muchas
las distancias que separan,
que quedó en medio un campo yermo,
cubierto de sal.
No se ve el final del trayecto,
la carretera es todo menos recta
y aunque nos rodea la niebla
no se nos permite frenar.
Maldita la inercia que nos aplasta,
abyecta velocidad,
que impide disfrutar del paisaje,
y en el vital bagaje,
quedan atrás seres queridos,
amigos que se salen del camino
y no veremos más.
Grueso equipaje son los recuerdos
de los que la edad se ocupa de aliviar el peso.
El aroma pretérito de un beso,
espinas que nos dañan los dedos
y ya marchita la rosa
solo nos queda cantar.
Cantarle a la lluvia para que diluya la sal.





El árbol del ahorcado.

¿A qué viene todo este teatro?
No expondré el por qué
el cómo ni el cuándo.
Condenado de antemano por juez y jurado
me voy caminando despacio
hacia el árbol del ahorcado.
Mira el verdugo la hora y comprueba la soga,
que corra el nudo en vez del aire.
Se hizo tarde y el tiempo apremia
por silenciar mi lengua.
Y ahora ya sin discurso
ni me reinvento ni me reescribo,
solo me repito.
Y si me arrepiento de algo
es de no haber gritado más alto. 










La isla del tesoro.


¿De qué me sirve un tesoro aquí solo?
Más brilla la luna que todo este oro.
Abandonado a mi mala suerte
esperando la muerte mientras me torno loco
El hombre más rico, el más desafortunado.
Mi barco varado, destrozado mi animo
Los llamo por su nombre
no me responden los doblones.
Ducados, maravedís, diamantes, perlas y rubís
los maldigo al arrojarlos al mar, nada me decís.
Solo olas y gaviotas rompen el silencio
menudo idiota, me cegó la codicia
malas noticias, el oro no se come
en el horizonte nada y al llegar la mañana
sobre el lecho de arena lanzando monedas.
espero con paciencia que mi memoria se pierda.








Lo que me gusta, lo que me excita. 



Me gustan los altibajos, los saltos al vacío,
los finales sin moraleja, trepar la reja
con nocturnidad y alevosía,
Trepanar las conciencias.
Robarle al reloj horas de sueño,
el pelo laceo muy largo y negro.
Los acentos transoceánicos,
melosos y suaves.
Me gustan los días ociosos,
fichar al final de la jornada.
Los ojos grandes a través de cristales.
Las mañanas sin hacer nada,
las noches cargadas de alcohol y sueño.
Los sueños etéreos, los finales húmedos,
un atardecer sereno.
Me gusta la juventud
que inquieta a las mentes confusas.
Los que rehúsan lo establecido
y detestan el pan comido.
Las causas perdidas, ganar de farol,
perder con una buena mano.
Me gusta el cielo nublado,
buscar cobijo en tus brazos.
Que todos piensen que soy malo,
que los ignores y me beses.
Me gusta llenar espacios en blanco,
incongruencias escritas sobre miedos y dudas.
Eres tú quien me gusta.









La gran estafa.


De sus ojos brota un manantial para regar los surcos que el tiempo ha dejado en su ajado rostro. Espera junto a otros árboles caídos a que llegue el domingo, el día de las visitas en el que no siempre la familia cumple con el pesado compromiso de reunirse con el abuelo. Aparcado en una esquina no recuerda que es lo que le sirvieron en la comida y sin embargo su mente vuela a un tiempo en el que su cuerpo no estaba yermo, a ese momento en el que suena la orquesta y siendo un mozo la invitó a bailar por primera vez. También era un domingo, olvidar el trabajo en el campo por un rato, despreocuparse de la cosecha, descansar y estar con ella. Se conocían desde niños pero nunca le pareció tan bella como en ese momento en el que la rodeó con sus brazos de forma torpe y la pisó varias veces. Compartieron camino desde entonces, un sendero de espinas. Cultivaron la tierra, fecundaron la vida.
La piel quemada por el sol, la espalda dolida y el primogénito muy cerca jugando en la yerba. Fueron llegando más a los que alimentar, más para engrosar el rebaño del señorito. En lo alto del cerro, el cortijo.
El cielo muy negro vaticina tormenta y sin entender cómo empezó todo, la guerra tiñe los campos de rojo. Secuestrado en el bando de los vencedores dispara a sus vecinos, a esos con los que jugaba de niño. Al acabar la contienda, darse cuenta que los que son como él solo tienen cabida en el lugar de los vencidos. De la tierra quemada brota de nuevo la viña.
Los vientres hinchados de los hijos, el hambre que lo pudre todo, la miseria que deja la guerra en la panza y en la conciencia. Emigrar a la capital con lo puesto dejándola atrás a ella.
Pluriempleo, horas extras y perder tiempo de sueño para aprender a leer y escribir, para poder mandar por correo sus letras, para decirla por fin que pueden venir. Un cuchitril que compartir con otra familia, cambiar señor por patrón, sacar del colegio al hijo mayor para trabajar de aprendiz y vivir con la nariz taponada para no tener que soportar el hedor de la fábrica.
Trabaja y trabaja mientras la vida pasa pero se tienen el uno al otro para soportarlo todo. Ya perdió el pelo junto con los ahorros. Un piso para ellos solos y será suyo dentro de 20 años, ahora, como todo, pertenece al banco. Parece que por fin la cosa va a mejor, lavadora, televisor, la vida en blanco y negro en cómodos plazos. Seguir el camino, perder al más pequeño de los hijos víctima de los nuevos tiempos, esclavo de la droga. Uno tras otro los abandonan para que siga la rueda, para que no cambien las cosas y ahora de nuevo los dos a solas. Murió el dictador plácidamente en la cama y se reparten los buitres las sobras, borrón y cuenta nueva, aquí no ha pasado nada que ya tenemos democracia.
Casi juntó boda y entierro, su amor nunca verá a sus nietos. Al poco tiempo la jubilación, la amnistía por fin de la condena de toda una vida de trabajo. Demasiado tiempo de esclavo, fuera de la fábrica no encuentra su sitio y uno a uno mueren sus pocos amigos. La echa de menos y se pierde en su recuerdo. Hijos y nietos (todo buena voluntad) se preocupan por él. “No es bueno que estés solo papá.” Ya no lo está, rodeado de extraños de mirada perdida, otros que como a él ha estafado la vida.
Solo le queda cerrar los ojos y soñar con ella.




Un cuadro de vivos colores.

Me he asomado al pasado y casi me caigo, lo que he visto no me ha gustado. He decidido pintar un cuadro de colores chillones para remarcar mi enfado a modo de pictórico alegato. He pasado el rato mezclando pigmentos sin ingerir otro alimento que los recuerdos. Que escuchen todos mis quejas por los ojos y no por las orejas. Mi mundo difuminado, bordeado por un marco barato de estaño. Que sepan lo mucho que te extraño, que me paso el día coloreando sobre blancos y grises, que no quiero más colores tristes. Cuando lo termine lo colgare de un clavo, en el pecho clavado, será el retrato de los buenos y malos ratos. El tiempo en pasado y el futuro, espero, sea en pluscuamperfecto o en su defecto un camino recto. Y es que si me tuerzo me pierdo y me salgo del borde manchando fuera del lienzo. A veces pienso que, luego que existo, sería bonito que por una vez todo acabase bien.
¡Termine! Ahora que lo veo bien de cerca aseverar que es una auténtica mierda. Siempre me quedara poder exponerlo en una feria de arte moderno.


Matar el tiempo.


Contra el aburrimiento esconderme en un callejón oscuro y esperar que pase el tiempo para asestarle por la espalda el golpe de gracia en forma de alegre puñalada. Por desgracia siempre se me escapa de entre los dedos y me deja a modo de recuerdo, en la cara más arrugas, mas achaques en el cuerpo y menos neuronas en el cerebro.
Cada cual elige su tipo de penitencia, unos en forma de libros de autoayuda que se leen en ayunas para atenuar el efecto purgante. Otros se quedan colgados en la luna en pleno cuarto menguante al borde del desastre. La mayoría se refugia en una existencia anodina, una espiral de rutina y en su falta de codicia se adaptan a la carga que sobre la espalda acomoda la familia.
Matar el tiempo como venganza de ser incapaz de escapar del tedio. El vaso medio vacío y quejarse solo de vicio. Retractarse de lo dicho según mejor convenga al gusto de los oídos receptivos. A mandar que para eso estamos y no tire a la Milana señorito. No hay santos inocentes solo seres que se mienten y por la mañana sentados en su trono de porcelana sueñan ser reyes.





Caída libre.

No hay primavera en estos picos nevados. Acabaron los carnavales, y ya sin disfraces bajo los que esconderse, entiendes que el resto es vagar en cuaresma. No habrán más fiestas, recibirás tu último beso justo antes de ser traicionado. Son ese falso beso los clavos, el recuerdo la cruz que te mantiene sujeto al pasado. Subir a lo más alto solo para encontrar el calvario. Pasa otro año y sigues ahí, desnudo, colgado y en el costado sangrando la herida que nunca se cierra. Sin sepultura no hay paz, no hay paz sin descanso ni descanso a este lado de la línea. La línea que delimita, la que separa al cuerdo del necio. Un alto precio a pagar por querer volar no teniendo alas, caída libre lo llaman. El descenso a los avernos, saber que no volveremos a vernos.







De amor no se muere.

Sus razones tendrán los poetas para tanta alegoría,
tanta metáfora idiota que no son otra cosa
que palabras vestidas de forma fina
para disfrazar las mentiras y que luzcan bonitas.

La reina de corazones
era María Antonieta en la corte de los Soles.
En su país de la maravillas, inmadura y consentida,
sentó por fin la cabeza bajo la guillotina.
Enterarse del odio de todo un pueblo en el último momento
da miedo, más cuando comprendes
que no podrás lucir de nuevo un sombrero.

Esa es la hoja que mata sin llevar escritas palabras,
que por más lo repitas en ridículas rimas,
a ver si de una vez comprendes
que si bien es verdad que a veces duele,
de amor, de amor no se muere.

Le habló Dios a Juana en su consabido tono redentor
y la arengó a que tomase las armas.
Ahí tenemos a la doncella guerrera blandiendo el acero
para acabar luego rustiéndose al fuego.
Es la hoguera la que quema, si está bien provista de leña
y por más que insistas en tus tontorronas estrofas,
por mucho me hables de la muerte no me convences.
El amor no te consume hasta solo dejar cenizas,
a ver si por fin entiendes
que si bien es verdad que a veces hiere,
de amor, de amor no se muere.

Ahora puedes marchar llevándote las flores,
olvidar mí nombre y dormir por las noches.
No te aflija la culpa de forma estúpida,
que ya he dejado claro que en esto de los afectos,
con todas sus ventajas y sus defectos,
unas veces se gana, otras se pierde,
pero por mas que te empeñes,
de amor, de amor no se muere.




Mi gozo en un pozo.

Se secó el pozo, ya puedo recuperar mis monedas y comprarme con ellas un marco con el que engalanar el diploma al más idiota de la zona. Esa, la de exclusión a la que van los que se quedan fuera del mercado, varados en la arena, ahogados en deudas. Se filtraron las mentiras por las rendijas del recelo y en el fondo quedo al descubierto la basura. Si bien es cierto que no existen verdades absolutas ahora las dudas son menos razonables. Demasiado tarde, deposite ilusiones a fondo perdido, que no son lo mío las inversiones. Los tiburones se tragaron mis ahorros y me di de morros con el espejo, menuda cara de gilipollas. ¿Y para esto me guardaba los afectos? Tan avaro durante largo tiempo para luego jugármelo a todo o nada, a la carta más alta. ¡Ala, a la cama sin cenar! Despertar sin desayuno a la tarde nuevo ayuno y de nuevo a acumular resentimiento, que nada quedo dentro del puñetero pozo de los deseos aparte de lodo. De todos modos no sé de qué me sorprendo, me he pasado la vida frente al muro de los lamentos sin ver otra cosa que ladrillos, con razón me toco ejercer de pardillo. Ahí va mi última moneda, que se hunda en la ciénaga.



El hijo pródigo.

Ahora después de tanto tiempo recuerdo que te tengo, permaneciste siempre a mi lado en silencio y yo te ignoraba. Se acabó, ya no perderé mi tiempo en los brazos de otras. Regreso a tu regazo como el hijo pródigo y te digo que nunca más me arrastraran los cantos de sirenas mar adentro. Que en el centro de mi vida jamás habrá otra que tú ni otro que tu soporífero influjo. Me abandono al arrullo de las ondas, tomaré el mando, abandonaré el teclado. Solo tú eres capaz de hacerme perder el sentido, cuan ciego he estado, qué estúpido he sido. Retomarás el lugar que te corresponde, recuperarás todo mi tiempo.
Mi fe en el zapping está renovada, mis alabanzas a la contraprogramación, toda mi devoción a la santísima televisión. ¡Vade retro Pc! Me encomiendo a la redención de sillón y siesta mientras retransmiten mierda en todas las cadenas. Reniego del google, del face y del pornotube, que ya tuve suficiente.
Reblandece mi cerebro, hazme de nuevo tuyo. Perdóname porque he pecado, intenté marchar de tu lado pero ya acabó, no adoraré a falsos dioses. Acabose lo virtual, quiero ser de nuevo un ente vegetal.
Apunto con el mando a la pantalla sin vida y apretó el “on”. ¡Hágase la luz! La reina del comedor, de la salita y el salón.
Dios bendiga al televisor.



Criando malvas.


A tres metros bajo tierra, a salvo en mi agujero del frio invierno
en la fosa no me preocupo de las inclemencias del tiempo.
No más primos ni primaveras ya tensé de sobras la cuerda
no disfrute del verano, malgaste el otoño escribiendo versos
esos que caen en saco roto, en terreno yermo, en corazón enfermo.
Sentirme mal por recordar tus mentiras y echarlas de menos.
Sobre la tumba crece la yerba cubriendo epitafio y nombre
"Aquí reposa quien se creyó hombre, ahora es pasto de gusanos."
Ya fui en vida presa de sabandijas, mascota de brujas, desayuno de arpías .
Otros manejaban los hilos, nunca el destino estuvo en mis manos.
Ahora me doy cuenta que jamás lleve las riendas, que camine a tientas
siempre dormido, soñando impertinencias, llorando como un niño.
Mientras al otro lado del Pacifico se burlaban de mí y de mis sueños
esos que creí compartíamos, que eran de ambos y no solo míos.
Sentirme mal por recordar tus mentiras y echarlas de menos
Prometí ahogar los lamentos, no escribir más sobre ellos pero no puedo
se me corta el aliento cuando lo pienso, aún no ha muerto lo que siento
y lo siento porque ya no es bello todo aquello, ahora es triste y feo
que sin ti estoy mejor debe de ser cierto pero no es consuelo
en el suelo pisoteados mis versos que si bien no son gran cosa
al menos eran sinceros.
Nadie trae flores, nadie recuerda mi nombre, "nunca fue nadie" dicen todos
De todos modos no es que me importe lo que digan o piensen, lo que me entristece
es tener que sentirme mal por recordar tus mentiras y echarlas de menos.





El guardián de tu infancia.



Los saqueadores más temibles de las Islas Caribe. Asaltábamos puertos a sangre y fuego sin hacer prisioneros. Huir con el botín mar adentro, la capitana pirata y su fragata una alpargata, yo el timonel. Pongo rumbo hacia debajo de la cama, sorteando arrecifes en forma de patas de mesas y sillas. Nuestro mundo en cuatro paredes, un sinfín de aventuras y cuando se pone la luna, agotados, nos tomamos merecido descanso. En tus brazos, arropado entre tu pelo, arrullado por los latidos de tu pecho y el calor te tu aliento, velo tu sueño. 
Me siento feliz de ser para ti mucho más que un muñeco de trapo, soy tu adalid relleno de serrín. El último al que besas y deseas buenas noches, el primero al que miras cuando despiertas y regalas una sonrisa. Explorábamos la vida, tú fiel compañero, viajero de mochila, el confidente de tus secretos, guardián de tus anhelos.
Un día marchaste y quedé solo sobre la cama sin entender nada. Esperé nervioso tu regreso pensando si había hecho algo malo, si en algo te había disgustado para quedar olvidado. Cuando apareciste corriendo se te veía feliz, saltaste sobre el lecho apartándome a un lado y pasaste el resto del día con la mirada perdida. Yo no entendía el motivo de tu estado y, preocupado, miraba cómo pasabas el tiempo jugando con tus cabellos. Esa noche la pasé en el suelo, sin compartir tus latidos ni tu aliento, pero siempre alerta para ahuyentar miedos y pesadillas. En vigilia, montando guardia a los pies de la cama, pasó una semana.
Ahora he sido relegado a una estantería junto a un jarrón y una fotografía en la que estoy junto a mi niña y desde aquí arriba veo como tu alegría se disipa. Ya no me cuentas nada, y me ahogo en tus lloros. No soporto verte sufrir y ser incapaz de hacer nada. 
Bajé una mañana mientras aún dormitabas y oculto en un cajón encontré con quien compartías ahora tus secretos. En las páginas de tu diario, el nombre de un extraño. ¿Quién es este que entre los dos se entromete?
¿Por qué tenéis tanta prisa por crecer? ¿Qué tiene de malo la inocencia? Lo vi a él en tus brazos y bajo el trapo me convertí de nuevo en serrín. Quería morir, pero los muñecos no podemos e impotente me veo desplazado al desván junto a otros objetos inútiles, al lado de viejos sueños. 
No sé cuánto tiempo he permanecido solo y a oscuras, lejos de la luz de tus ojos, del calor de tu afecto, cuando se abrió la puerta. Que mayor te has hecho. 
Me estremezco al sentir de nuevo tu tacto, cuando me cogen tus manos, cuando tus ojos me miran y en tus labios se dibuja un esbozo de sonrisa. Un sentimiento pretérito, un recuerdo olvidado, todo es tan extraño cuando me depositas con cuidado en el fondo de una caja. 
¿Por qué fuiste tan delicada conmigo momentos antes de arrojarme a la basura?
¿Es el vertedero el infierno de los juguetes que no fueron buenos? Incluso desde aquí seguiré siendo el celador de tus sueños, el protector de los recuerdos más tiernos. 
Siempre permaneceré de guardia, aún sabiendo que soy el último despojo de tu infancia.
.







Antes de que me olvide.

Debe ser por aquello de no perder el hilo que tengo un cordel atado al pulgar. ¿Dónde deje el coche anoche y quien coño es la que no deja de roncar en lo que era mi lecho unimarital? Que yo soy de los que normalmente se acuestan con la única compañía de la mano diestra y a esta ni la tengo fresca en la memoria. ¡Puto alemán, me cago en el señor Alzheimer y ya de paso en Ángela Merkel! Si hasta el Ford fiesta se me pierde... cómo esperas que recuerde tu nombre o si tus ojos son negros o verdes. No fueron las copas de más si no los afectos de menos, que tengas un buen día, luego nos vemos. Afuera se nota mal tiempo, el que hace que no te veo. No quiero convertirme en el reo que habita estas cuatro paredes así que me largo al bar, espero no haya fútbol que bastante disgusto tengo ya como para tener que aguantar a los abducidos del balón gritando sandeces. Y es que a veces lo mejor es vegetar, pues pensar siempre me conduce al mismo lugar, a ese en el que no estás ni tú ni el puto coche, ahí queda el reproche. Para acabar y antes de que me olvide. ¿Por qué tengo también un cordel sujeto al meñique?




Marionetas.


Acabo la función y al igual que el teatro estoy vació. Le tome demasiado cariño a los personajes y ahora que bajo el telón no me imagino interpretando sobre el escenario otro guion que no sea el anterior. ¿Se trato de un vodevil? ¿De una comedia? ¿Un drama? Dos personajes sobre las tablas, todo pura improvisación, compenetración, pasión. Actores y público fuimos uno y de pronto me vi recitando un monologo. Estaba solo bajo los focos, a mi alrededor el guiñol en que se había transformado todo. Fue un sueño que amenazaba con convertirse en pesadilla, y así fue, desperté y ya no estabas. Ahora escupo versos sin rima y me destroza la crítica, el libreto esta en blanco, no me atrevo a mancillarlo y si ya no valgo un aplauso al menos no me prives de una carcajada que reconvertido en payaso me lo jugué todo y me quede en nada.



Es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo.



Es de noche y hace frío, el vaho de mi aliento se confunde con el humo del cigarro que apuro entre los labios. Una última calada y lo arrojo lejos, las colillas se acumulan sobre el suelo, tan numerosas como estrellas en un firmamento de cemento y asfalto.
Capazo, rastrillo y escoba, carrito y negras bolsas en las que reunir los desechos que se acumulan por todas partes.
Miró el reloj, es la hora, he de ponerme en marcha.
Recojo los vidrios de amores que se rompieron en mil pedazos, barro con esmero los anhelos desahuciados y los arrojo junto al resto de despojos.
En cada esquina alguien olvidó sus buenos deseos junto a alguna mierda de perro. Recuerdos abandonados que nadie reclama, las papeleras abarrotadas de truncadas esperanzas.
Es un trabajo sucio pero alguien tiene que hacerlo, he de limpiar la calle de los sueños.
Dentro de unas horas, cuando amanezca, nuevas parejas pasearan de la mano, se miraran a los ojos y se regalaran mentiras arrojando al suelo los envoltorios de sus vidas vacías.
Me apoyo sobre mi escoba y enciendo otro cigarro, el carrito a rebosar de desengaños y decepciones.
Cierro las bolsas con un fuerte nudo y las arrojo al contenedor.
No tardará el camión en llegar y llevarlo todo al vertedero, ahora ya veo el final del camino. Unos pocos metros y acabaré por fin mi jornada.
Mañana más, me digo, cuando tropiezo y pierdo el equilibrio. Tirado en el suelo me topo de morros con mi autoestima. Me incorporo, espolvoreo el uniforme y la recojo.
La lanzo junto a los amores, anhelos, ilusiones y esperanzas, aquí no hay recogida selectiva.
No podría seguir ni un día más si me paro a pensar y no está el trabajo para aventuras, cómo un autómata me deshago de la última bolsa.
Hace meses, en la calle de al lado, un compañero encontró lo de nosotros dos y lo arrojó al contenedor.
No lo culpo, es su trabajo. Un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo.

Ahí me encontraba yo.


Que entrañable noche la de fin de año, ahí me encontraba yo, en medio de una marea humana. La densidad demográfica en el lugar, se había puesto al nivel del metro japonés en hora punta. Todos se abrazaban y se deseaban lo mejor para el ciclo recién estrenado.
Llegó el momento en que el alcohol, al igual que si se tratara de una pócima mágica, obraba el milagro. Todo eran brindis, bailes, felicidad y ahí me encontraba yo, solo en medio de todos, soportando los decibelios de aquella música mala.
Acercarse a la barra era tarea complicada, en cualquier momento un descuido, un empujón inevitable, una bebida que cae de las manos y todo el buen rollo podría irse al traste, (sobre todo si esa bebida era la mía). Media hora conseguirla y una billetera ya vacía. - Perdón. - me dice el muy cabrón, y ahí me encontraba yo, en medio de un charco de licor, mirando los restos de mis buenos deseos esparcidos por el suelo.

- ¡Y una mierda perdón! - Estaba en la fase agresiva, en pleno ardor “birrero” clamando venganza al cielo, rodando por el suelo. Ahí me encontraba yo, en medio de la calle, sangrando y con un diente menos.
Regresaba a casa en plan eslalon, ziz-zagueando, esquivando obstáculos inexistentes. Con la cabeza gacha intentando no vomitar y, por culpa de mirar las baldosas, acabe en un oscuro callejón que no sé de donde salió. Ayer esa sucia callejuela no existía, estoy seguro de ello.
Unas siluetas se me acercaban, pobre idiota, pensé me felicitarían el año nuevo. Ahí estaba yo, en medio de aquellos pelones. Empezar una nueva vida bajo una lluvia de palos, creo no es lo que pensaba pedirle a los reyes magos. Hasta ese momento no lo tuve claro, pero ahora si, este año al Melchor y los otros dos les pediré una bomba de neutrones.
Ahí me encontraba yo, en medio de mi propia sangre, rebozado en mugre y clamando que alguien me ayude.
Este cuento, aunque sea de navidad, acaba mal. No aparece la hembra redentora para curar mis heridas, ninguna compensación por semejante asco de velada. Al menos debo dar gracias porque llego una ambulancia.
Ahí me encontraba yo, en medio de aquellos tipos con la cara tapada que vestían batas blancas. Tener que trabajar en fin de año parece, (a mi entender), no les sentó demasiado bien. No fue la anestesia lo que me hizo perder el sentido. ¡Menudo vahído a destilería soltaba ese tío! Resultó ser el cirujano. y ahí me encontraba yo, en medio de mis seres queridos esperando sepultaran mis despojos bajo dos metros de tierra. Mierda de negligencias medicas.
Pensar que yo tan solo había salido con la esperanza de encontrar un poco de cariño.






Matices sin fantasía.


Es curioso la cantidad de matices, impurezas y manchas diversas que puedes encontrar en la pintura del techo de una habitación cuando pasas el fin de semana tumbado en la cama observándolo.
Suena en el equipo esa recopilación de temas deprimentes que tenias guardada en un cajón desde la vez que se cerró la ultima llaga, la que ocultas bien protegida bajo la armadura del cinismo. (Realmente antigua teniendo en cuenta que estaba gravada en cinta.) Y si bien es verdad que la vida del que madruga es sueño, por la falta de descanso y todo eso, me mantengo despierto pues no quiero navegar hacia la otra orilla, porque se acabaron las fantasías y doy de nuevo la bienvenida a la rutina.
Mil y una noches me esperan que pasar en vela (quizás no aguante tanto y me cercenen antes la cabeza), que es la media en que se cierran las heridas, y por si eso no vasta la vida me obsequia con otro corte de mangas, con un nuevo fracaso en la reciente batalla. Se me ríe en la cara con toda su mala baba y a mi ventana no llegan, ni regresan ni anidan, las puñeteras golondrinas. Lo único que volverá es la desidia y el ardor de estomago que me supone tragarme tanta bilis, tanta rabia.




Sorprendente.


Sorprendente seguir esperando ahí. Encadenado a un árbol frente a la puerta del supermercado, meneando el rabo y jadeando al otro extremo de tu correa. Pobre perro estúpido, si está claro que te han abandonado y aun tienes en los ojos ese brillo de felicidad, pues no hay nada en este mundo que adores más que a tu amo. Llueve a mares y sigues atado a la esperanza de que regrese, algo debió pasarle. ¿Dónde está ella, dónde está tu dueña? Esa que te agasajaba con su cariño y con mimos te llamaba perro lindo. ¡Se ha ido perro idiota! ¿Aún no lo entiendes? Te preguntas porqué no viene. Quizás... ¿Por qué ya no te quiere?
Ha pasado una semana y estás en los huesos, ya no ladras ya no la llamas. Se fue la esperanza y todo el que por tu lado pasa exclama: “¡Qué perro más feo!” Acurrucado bajo el árbol, empapado frente al supermercado, se apagó el brillo de tus ojos.
¿Qué haces aquí tan solo perrito lindo? Levantas la mirada y agradeces tras tanto tiempo aquella caricia. La extraña te libera del pasado y la sigues manso y flaco.
El vehículo se aleja por la carretera, dentro tú y tu nueva dueña. Se fueron las penas y en la puerta trasera un cartel.
“PERRERA"







Mejor que cargar las penas vámonos de fiesta.



He llegado a acumular una gran colección de zapatos de lo mas variopinta. Atrás los dejaron mis princesas junto a unas enormes calabazas cuyo significado empiezo a comprender ahora. Esta claro que estoy lejos de dar el perfil de príncipe de cuento de hadas pero me gustan las Cenicientas aunque conmigo jamás llegaran a ser reinas. Después de mucho buscarlas a algunas las encontré durmiéndose en los laureles, otras convivían con bestias en fríos castillos mal iluminados, arrepentidas de no haber elegido un sapo. Las mas renunciaron a seguir soñando y vagaban por el bosque provocando al lobo mientras se lo hacían con leñadores, y es que estas si que no tienen abuela. Todas eligieron su camino y va siendo hora de que yo comience el mío. Cuarenta ladrones borrachos encontré dentro de sendas tinajas, gritaban enfurecidos mentando a la madre de Alí Babas.- Dejad que se tire a la hija del Sultán.-Les dije.-Que a estos trepas les trae sin cuidado si los insultan o los vejan. Que en el vituperio no hay injuria ni calumnia, que de lo que le digáis en realidad son eso y mas. Hagamos algo útil, vámonos de fiesta, traguemos una desproporcionada ingesta de alcohol mientras suena rock and roll, que lo de vivir del cuento esta claro es cosa de la nobleza y no de vulgares plebeyos a los que no nos dan ni la oportunidad de un braguetazo. En mitad del follón estaban todos, los feos y los malvados, rodeados de delicadas princesitas post adolescentes. ¿Qué hace tamaña realidad escondida en este cuento? A las damitas les van los chicos malos pero nunca los raros y hasta aquí hemos llegado, colorín colorado…






Es el momento de levantar el vuelo, de poner los pies en el suelo, de seguir contradiciéndome.

Quien me iba a decir a mi que acabaría ejerciendo de arqueólogo intentando desenterrar las ruinas que hace siglos quedaron olvidadas bajo la arena. Pero esto no tiene nada de emocionante, voy uniendo las piezas que encuentro y a medida que completo el puzle lo voy comprendiendo. Hace mucho que quien habitaba el lugar se fue y tan solo hallo aquello que no quiso llevar en su viaje. Ya va siendo hora de que abandone el rodaje, que no soy Indiana Jones y esta película no interesa a nadie.



Como alma que lleva el diablo.

 A toda velocidad me alejo consumiendo la vida en tragos cortos
atrás las penas, el pasado, enfrente me espera la muerte.
Entre las piernas dos ruedas y un motor que ruje caliente,
que se funde al rojo, que hace que me hierva la sangre.
En la cabeza una idea en el pecho un vació.
Solo tengo claro que mi tiempo se acaba
y escapo, huyo en un impulso autodestructivo,
sin ningún motivo, o tal vez si, puede que tenga uno.
Corrían buenos tiempos y no podía alcanzarlos
¿A que tanta velocidad? ¿De que pretendo escapar?
Aullando en la noche como un hombre lobo, furioso, solo,
mi maquina la bala de plata que acabara con el monstruo
El aire fresco de la mañana me acaricia el rostro y cierro los ojos
me abandono al recuerdo del tiempo en que dos éramos todo.
Acelero porque muero, porque me alejo
y en los labios el sabor del adiós en un beso.
Mi botella vacía y en el cristal mi reflejo, que viejo me siento,
que me veo enfermo,
que me miento al asegurarme que ya no te quiero.
En un instante acaba todo, estoy en el suelo, inmóvil, en silencio.
en mi cabeza partida la melodía del blues de la botella y el rostro de ella.
Eso que se refleja en el retrovisor ya no soy yo,
de nuevo solo en mi último instante.
Mi aliento ya no empaña el cristal, te vas para siempre.
Pasa mi vida por delante y toda mi vida no es más que tu imagen.
Siento no haber sido capaz de atrapar tus sueños.
Ahora el asfalto es el lecho en el que retozo con la dama de negro
Y cuando aparecen dos luces ya es demasiado tarde,
me estoy muriendo.
No me arrepiento de haber desperdiciado mi vida,
nadie puede ya devolverme el tiempo perdido.
Quizás algún día me recuerdes y pienses
que también tú lo perdiste conmigo.


El mendigo.

Ya no me rondan las musas, las cambié por musarañas y marcharon enojadas. Me he acomodado en los brazos del tedio y me dejo querer por la desidia.
Que envidia verlos pasar sin detenerse mientras yo le ladro al tiempo que hace que no te veo. Ya no jadearé meneando el rabo mendigando una caricia, prefiero lamerme el capullo al tiempo que me rasco las pulgas.
Dejaré de ser un cretino y no daré mas la murga a los vecinos, que los tengo rendidos por falta de sueños, sumidos en un leve letargo de grises claro oscuros.
Tendré mejor tino a la hora de buscar en el mapa y elegir destino. Me apeare, si no hay mas remedio, en alguna parte de Villa Quitarsedeenmedio. Empadronado como único habitante no habrá quien me ladre, podre ser incluso alcalde. Quizás sería mejor aprender de Pigmalión a vender flores con oraciones bien estructuradas, vocalizando con corrección y apuntando mis dardos en la dirección correcta, tomando la vía recta para ahorrarme nada pues me sobra el tiempo.
A todo esto de mear fuera del tiesto, levantando la pata mientras miro a las ratas como curiosean entre la mugre que se intuye guardo en los bolsillos. Le largo a la mas gorda una patada y la mando con el altísimo y magnánimo Dios de los roedores, ya las avisé de que no quería que me ronden. Quizás me puse algo borde, pero mira por donde eso de que paguen justos por pecadores relaja y a fin de cuentas…No era más que una puta rata.



La dama de negro.


He modelado mis fracasos, dándoles la forma de enormes piedras con las que construir una muralla. Mi muro está casi terminado, lo he rodeado de un profundo foso, con la intención de que se ahogue cualquier esperanza que intente adentrarse en mi fortaleza. He colocado afiladas estacas en el suelo, para que se ensarten los anhelos si intentan asaltarme de nuevo. Ninguna puerta he puesto, no necesito salir que aquí, tan solo que nadie pueda entrar.
Desde la atalaya vigilo el horizonte, el desierto es inmenso. Los he recorrido todos. El desierto helado del olvido, donde se pierden los que no son capaces de sentir nada por los demás. Se quedan solos, con su corazón gélido añorando los rayos del sol, y es que allí no hay calor humano, allí siempre hace frío.
Navegué por la desolación salada que es el mar del engaño, la garganta seca, las mentiras no calmaron mi sed. Desembarqué en una isla donde no había otra cosa que arena, eran las dunas de la duda. El sol quemaba mi piel, seguía sin poder refrescar mi garganta, ni tan solo con un poco de rocío.
Pero por fin he encontrado el lugar perfecto donde instalarme, donde construir mi hogar lejos de miradas que intimidan, a salvo de mis propios reproches. Estoy listo para no recibir visitas, para ahuyentar a todo aquel que intente tenderme una mano.
¿Qué es esta presencia? Al girarme ahí estaba ella.
- ¿Cómo has llegado hasta aquí? - Viste de negro y no puedo distinguir un rostro que oculta bajo una capucha, tan solo parte de su pelo plateado asoma por debajo.
- No podrás evitar mi compañía. Si quieres perder el tiempo aquí dentro, solo y amargado, es tu decisión. Pero nos queda una última noche que pasar juntos, y cuando llegue el momento no quiero lamentos. No prolongaré tu tiempo por más que llores, por más que me lo implores.
Ya no está, ha desaparecido de la misma forma que llegó. Le doy vueltas y más vueltas, sin poder entenderlo. De nuevo todo mi esfuerzo ha sido en vano.
Camino sobre la arena, atrás quedó mi fortaleza. Otra vez debo enfrentarme a mis miedos y albergar esperanzas. Buscaré un refugio y prenderé una hoguera en el desierto del olvido. Pondré rumbo a una fértil isla sin temor a ahogarme en el salado océano. Encontraré un oasis donde saciar por fin la sed dejando atrás las dunas, las dudas.
Empezaré de nuevo.




















Soldado sin fortuna.


Tengo sueño, me paso la vida somnoliento, supongo que tanto soñar despierto es lo que no me deja
dormir por las noches. Las vigilias son agotadoras, se mezclan anhelos con mentiras, deseos frustrados junto a nuevas y viejas heridas. Quizás sea el agotamiento lo que me impide discernir lo real de las fantasías o simplemente veo lo que deseo. Necesito descansar, cerrar los ojos y olvidarme por unas horas de tanta incertidumbre, dejar de echarte de menos. Ahora las botellas las lanzo vacías, me bebí primero los momentos que contenían y enferme. Ebrio de melancolía vomito lamentos, tonterías, recuerdos no retornables, cristal reciclable sin etiqueta ni mensaje.

Ya no se lo que siento, paso el tiempo mirando al techo, que mala fortuna perder a la ruleta rusa, ahogarse en un mar de dudas, atragantarse en mitad del discurso, no escuchar vítores tras tu arenga. Ahora un buenas noches como ofrenda, yo permaneceré en duerme vela, descansa por los dos que a mi a las cinco me suena el despertador y se me llevaran los demonios al tajo, justo ahí abajo, en el mismísimo infierno de la rutina pues ya no me esperas a la salida.
No soy un héroe de leyenda
tampoco una ensoñación romántica
mi armadura era impenetrable
ahora llevo el pecho al aire.
Soy frágil
me resfrió y estornudo
menuda pena
de soldado sin fortuna.







El tren.

Permanezco de pie, inmóvil en el andén mientras me fumo el enésimo cigarro. No se escucha otro sonido que el tic-tac del enorme reloj que decora la fachada de la estación. No sé a ciencia cierta qué es lo que me ha conducido hasta aquí, siquiera recuerdo cómo he llegado.
 A lo lejos se escucha el agudo pitido del tren, su traqueteo se hace cada vez más audible a medida que se acerca la locomotora. Finalmente, el chirrido estridente de las ruedas de metal friccionando los raíles al frenar consigue que me rechinen los dientes. Un montón de chispas me ciegan momentáneamente, un nuevo pitido y todo se llena de una mezcla de vapor y humo negro, dándome la sensación de estar envuelto por una fantasmagórica neblina.
Esperé unos segundos eternos y por fin se abrió la puerta de uno de los vagones de cola. Descendió por los cortos escalones de forma pausada, era el pasado llevando dos enormes maletas llenas de recuerdos.
- ¿Qué haces aquí?
Ella me miró sorprendida.
- Fuiste tú quien me llamó.
Intenté recordar el momento en que hice algo así, pero mi mente está en blanco.
- Ahora tengo un presente. - Le respondí después de meditarlo un poco.
Ella miró a su alrededor, luego me clavó sus enormes ojos perforándome, escrutando mi interior.
- No veo a nadie, tan solo estamos tú y yo.
Le di la espalda y me alejé lentamente, me fijé en el enorme reloj al pasar junto a él. No emitía ningún sonido, las agujas se habían detenido.
Sin poder evitarlo di media vuelta para mirarla por última vez. Seguía en el mismo lugar y de sus ojos brotaban lágrimas.
- ¡Ahora tengo un presente! - Le grité intentando convencerme a mí mismo. Extendió los brazos ofreciéndome las pesadas maletas.
- Una de ellas te pertenece, en su interior está todo lo malo, pero también hay momentos bellos.
- ¡Ahora tengo un presente! - Grité a viva voz.
Agachó la cabeza y subió de nuevo al vagón, arrastrando los dos bultos que parecían haber aumentado enormemente de tamaño. Un último recuerdo amargo que son la carga más pesada.
El tren prosiguió su camino, llevándose consigo mi pasado. El reloj retomó su monótono vaivén, tic-tac.
Plantada en la puerta de entrada al andén estaba mi presente mirándome extrañada.
- ¿Qué haces aquí? -  Me preguntó.
- Te esperaba. -
Su tono era de reproche. - Has perdido el tren.
No entendí de lo que me estaba hablando y mucho menos el porqué me daba la espalda y se alejaba.

No sé el tiempo que llevo esperando en la estación vacía, el reloj parece avanzar mucho más despacio de lo normal. No llega ningún tren y no tengo equipaje.
No sé qué hago aquí, sin recuerdos, sin pasado ni presente y sin un billete para el futuro.





Con acuse de recibo.

Ya ni el orgullo era capaz de mantenerme en pie. Todos y cada uno de los hematomas, como palabras impresas sobre la piel, darán mañana forma al titular de mi derrota.
Cansado de ejercer de sparring en aquel combate absurdo, supliqué a mi entrenador que arrojara la toalla. Me tenían contra las cuerdas aguantando una lluvia de palos. De poco me había servido jugar sucio. Después de lanzar golpes bajos y pisar a mi adversario, ahora mi única esperanza era escuchar el tañido de una campana a la que parecía que el diablo había robado el badajo.
Me aferré al cuerpo de mi oponente, más para no caer al suelo que por ganar tiempo. Se libró de mi con facilidad y mi mentón quedó expuesto. Un nuevo derechazo impactó de lleno en mi nariz, violento como el desprecio, doloroso como el rechazo, humillante como el fracaso. Resbalé inexorable hacia la lona mientras mi conciencia tomaba el último tren hacia la nada. Abajo, en la gradería, el público asistía indiferente al patético espectáculo.
La Tristeza era mi oponente y me estaba dando una soberana paliza.
Antes de que el arbitro contara hasta diez me puse en pie y reuní mis últimas fuerzas en un contraataque desesperado. Le lancé mis mejores frases, pero la tristeza se zafó de ellas sin dificultad. Quedaron las palabras expuestas y la tristeza las vapuleó sin miramientos. Despedazadas, perdieron el sentido y se mezclaron entre los primeros abucheos.
El último golpe ni lo vi venir, llegó de algún lugar y caí KO. Escuchaba los pitos, los insultos de un público decepcionado, un gentío ficticio como todo en aquel lugar.
Entonces apareciste, en tus manos mis palabras, las habías recogido y reconstruido. De nuevo tenían sentido.
Recobrado el ánimo me erguí tambaleandome como un borracho, de poco serviría empeñarme en seguir la lucha, de todas formas perdería por puntos.
Para mi sorpresa la tristeza abandonó el ring, fue como en una mala película de esas de superación personal con final previsiblemente forzado.¡ Había ganado!
Entre la fina rendija del ojo menos hinchado vi a mi manager mirarme enojada, le devolví la mirada con desprecio. La Soledad tendrá que buscarse a otro cretino con el que amañar combates.
Dormí por un tiempo entre tus brazos sin imaginar que todo no era más que un elaborado tongo.
No sé en qué consistía la apuesta ni me importa quien recogiera los beneficios. Solo preciso de una respuesta. ¿Por qué accediste al engaño?
Quizás solo fue una alucinación provocada por la conmoción, sin más explicación, así como llegaste así marchaste.
Mis palabras vuelven a carecer de sentido y por más que las remito con acuse de recibo, no sé de ninguna dirección y se amontonan en la estafeta de correos.
Como un gusano regreso arrastrándome implorando una nueva oportunidad. De nuevo en el cuadrilátero, en la grada mi vieja manager la Soledad sonríe satisfecha.
Frente a mi, la Tristeza me pide la revancha.




Motivo de atención.


Demasiado temprano para estar tras el teclado mirando una pantalla en blanco. Veamos hacia donde me llevan las palabras, que tontería, toca de nuevo ponzoña, si es el negro mi bandera y mi estado la derrota. Hoy estoy de entierro, la última mentira ha muerto, bien es cierto que no eran reales pero aunque mayor para amigos imaginarios me hacían compañía. Ahora tan solo quedas tú y no tengo claro que de verdad existas, pasar las noches en vela lanzando botellas al mar no me divierte.(Cristal reciclable y en los mensajes papel biodegradable, cuidemos el medio ambiente que es atenuante ante la multa inminente del urbano.)Esperar en silencio, agudizando el oído, arrimando la oreja por si el viento me trae respuesta. Pero esta no llega, te alejas de mi naufragio y por mucho que agite los brazos, por mucho que grite, ya pusiste rumbo a otro lado. Soy perro viejo para buscar beber de otro charco, solo huesos y pellejo, sarna y pulgas, nunca debí abandonar la perrera. Aquí fuera hay un millón de coches esperando que cruce la carretera, por fin seré el centro de atención, en medio de un cortejo de buitres y cuervos.


Divagando.



¿De que sirve escribir si nadie ha de leer tus palabras? ¿Cómo terapia? Quizás, pues viene a ser como hablar solo y eso dicen que es cosa de locos. Hace tiempo que perdí el juicio, supongo que por no tener ni para un abogado de oficio, por ser pobre de espíritu (Si es que existe eso.)Y perdido el rumbo, sin brújula ni estrellas que me orienten, me dejo arrastrar por la corriente hacia el horizonte, espero encontrar el borde del mundo y naufragar a lo grande, como en una epopeya griega. Ando divagando y me contradigo en cada cosa que digo, pero eso es lo que hacen los locos, los tontos. Ando divagando haciendo rimas de las que se avergonzaría un niño y en la foto tus grandes ojos me miran, me sonríes. ¿O acaso ríes? Te burlas de mí porque pensé que mis palabras eran mi cebo, mi trampa, mi tela de araña. Pero pasada la página se apagó el brillo y viste que solo soy un cretino, una estafa, un camelo, un timo. Pero si eso ya lo sabias joder. ¿Entonces porque te acercaste? ¿Por qué me hablaste? ¿Por qué me sedujiste? Ando divagando, perdona por mentirte. ¿Pero estas tu libre de culpa? También tú ocultas la realidad a quien dices que aprecias y aseguras es por protegerme, menudo cinismo, casi me aventajas en egoísmo. Solo te importas tu misma, ando divagando lo siento de nuevo, me hiciste feliz durante unas pocas semanas y no quiero estropearlo con una guerra de reproches pero no soy un gusano, no me arrastrare de nuevo por el barro. Ya alcance el nivel de aquellos a los que no respondes y lo siguiente es pasar a baboso y no quiero eso, con todo será la ultima vez que te diga que te hecho de menos. Tus enormes ojos me miran desde la foto y sonríes, ando divagando porque ya no encuentro mi sitio en este lugar, porque de nuevo me siento solo. Otra vez me compadezco, me avergüenzo de ello, pero ya gaste todas mis lagrimas en otras ocasiones y ahora solo puedo sonarme los mocos y divagar mientras desde tu foto miras al hombre que nunca fui.

Sin brillo.


¿Qué venís buscando? Yo no os he llamado.
Tan solo soy huesos. ¿Queréis el tuétano?
Muy bien haced astillas lo que queda de mí.
No brillo. ¿Por qué os comportáis como urracas
y me lleváis al nido?
Soy un tesoro hasta que os deslumbra el resplandor de otro,
es entonces cuando cubierto de vuestro guano me arrojáis al vació.
Cierro los ojos y por fin descanso, olvido.
Me sobresalta el sonido de otras alas,
de nuevo me sobrevuelan, por favor que no me vea,
que ya lo digo en mi lema
mas vale dar asco que pena.
Que no se me acerquen ni los gusanos,
que me cubra la tierra.



Tengo un problema


Tengo un problema, un problema con nombre y apellidos.
Uno que acapara todo mi tiempo y ha secuestrado mi sueño.
Malcriado, caprichoso, mimado,
que pasa de la risa al llanto con la facilidad de un niño.
Cuéntanos tu problema, dicen mis amigos,
pero mi problema es solo mío
y no quiero compartirlo con nadie.
Me desespera cuando me grita:
“¡Púdrete ahí te quedas!”
Y lejos de sentirme aliviado cuando me deja,
me siento triste, solo, vació.
Todos tienes problemas que dan sentido a sus vidas.
¿Qué queda de mi si pierdo el mío?
Cálido, vago, hiperactivo, frio…
Impredecible como un animal herido.
Tengo un problema que asegura tener un problema conmigo
Y no lo comprendo pues le doy todos sus caprichos.
¿Soy yo tu problema y no tú el mío?



 El naufrago.


Su mundo acaba donde no alcanza el aliento de ella. 
Fundidos en un abrazo permanecían ajenos al ejército de sombras que bailaban a su alrededor. Se les veía tan felices, que incluso el tiempo se detuvo para contemplarlos con envidia. 
La miró a los ojos, le regalo un "te quiero" y en el instante que dura un parpadeo el océano se lo tragó todo. 
Ahora está solo flotando en la nada, rodeado de un inmenso desierto de agua salada. 
El sol secó la esperanza, evaporó su ilusión. Pensó en arrojarse al mar, pero lo detuvo el miedo a olvidarla. 
Agazapado en su pequeña balsa, abrazado a la melancolía. Cerró los ojos antes de lanzar un mensaje en una botella, pidiéndole a un Dios en el que no creía, que permitiese que el final lo sorprendiera soñando con ella.



Las cuatro estaciones no son una pizza ni un concierto de Vivaldi.


Primavera. 

Los pajaritos trinan y todo eso, puro optimismo. La temperatura es agradable y la simiente florece. Dos extraños que empiezan a conocerse y de la forma mas tonta crece el germen de la atracción, hecha raíces y de las ramas (esas que te atrapan y no te dejan ver mas allá de la mirada del recién llegado a tu vida), brotan florecillas de colores. Notas como en el estomago revolotean mariposillas. (Recuerda que antes fueron gusanos, quizás confundamos a un parasito con los bellos lepidópteros, y es que el amor no es sano.) Que bonito es todo, nada hay mas maravilloso que esa persona que por las noches te roba el sueño, el tiempo se hace eterno entre uno y otro encuentro. En tu cabeza los acordes de la banda sonora con que quisieras recordar ese momento. Entre álmibar y algodón de azúcar el primer “te quiero” seguido de un beso.

Verano.

La pasión domina cualquier otro sentimiento, te desborda, cabalgas a lomos del deseo que se ha desbocado. Nada importa, la lujuria te dejo ciego tal como de pequeño dijo el señor cura que pasaría, te diriges directo al abismo pero no echaras el freno, no ahora, ya nada importa. Y entonces llegan las dudas, los celos, los desencuentros, esta aquí el que todo lo marchita, el asesino de lo cursi y lo ñoño, llego el otoño.

 Otoño.

Aún recuerdas como tan solo hacia unos meses, en la dulce primavera, el tiempo se detenía cuando estabas a su lado. ¿Qué es lo que ha pasado? También se apagó la pasión de antaño y ahora la rutina, que todo lo arruina, se instalo en tu vida. Se marcho el amor sin tan siquiera decir adiós y todo parece ya muy lejano, en la distancia el recuerdo se distorsiona y en el lugar donde había un bonito lunar se ha instalado una repulsiva verruga. Te encojes y tiritas, ha llegado el frio y en la soledad del invierno te pierdes en la búsqueda desesperada de calor.

Invierno.

¿Y ahora que? Se fue sin despedirse, harta de todo, asqueada de ti. Estas frente al televisor con cara de bobo sin tener siquiera claro que merezcas mantener su recuerdo. Eres libre pero estas solo y empezar de nuevo y mas en invierno da mucha pereza. ¿No será que en el fondo la hechas de menos?




Manifiesto etílico.


Hoy he llegado ebrio a casa, es lo que tiene el alcoholismo de fin de semana, hasta eso hace tiempo se convirtió en rutina. La bebida desinibe dicen, pero también esta demostrado que es un depresivo. ¿Por qué buscamos entonces en ella el remedio a nuestras penas si lo que realmente hace es acentuarlas? Tres son las fases de una borrachera de las que por definirlas diremos; la euforia, la pena y la vomitera. Para explicar la psicología de la cogorza como Dios manda y prescindiendo de si existe o no el Ente que a tantos vuelve dementes nos concentraremos en el tema que nos ocupa. ¿Es cierto que los borrachos no mienten? En mi caso ni siquiera sereno se me da bien el embuste si no es por motivos terapéuticos, por aquello de lo piadoso, de lo diplomático, que no es mas que ser falso paro auto engañarnos, para poder asimilarlo, por la necesidad de que los demás no se sientan mal. Pero el borracho no es diplomático como un vulgar político que sin ganar color rojizo se cree sus propias falacias. El borracho con sus miserias y sus penas es sincero, eso es cierto y por eso cuando asegura que ese al que acaba de conocer hace dos minutos es el tío mas acojonante que habita en este mundo no busca su aprobación, ni su gratitud, ni nada a cambio, simplemente esta en el grado animoso, ya llegara el violento cuando pase del blanco al negro y se lance al cuello. Es puro instinto irracional pues animales somos y el borracho se desprende de lo aprendido, de lo establecido y se acomoda en un estado regresivo, primitivo. Estando ebrio todo es confuso, todo ambiguo, todo se contradice menos cuando me preguntas, cuando me dices: “¿Es verdad eso?” No hay nada mas cierto en mi insulsa vida y solo ebrio (lo siento) pierdo el miedo a decirlo; “te quiero”, pero mañana estaré sereno, cuerdo, y quizás asegure que ya no me acuerdo de nada de esto, así que aquí queda el documento que acredita que todo es cierto, que por una vez no miento, ni borracho…ni sereno.



Hoy he llegado ebrio a casa, es lo que tiene el alcoholismo de fin de semana.
La bebida deshinibe, dicen, cuando la realidad es que es un depresivo.
Buscamos en la botella el remedio a nuestras penas y lo que hacemos es acentuarlas.
Tres son las fases de una borrachera, la euforia, la pena y la vomitera.
La pregunta que hoy nos ocupa es... ¿Es cierto que los borrachos no mienten?
Está la mentira terapeútica, el embuste piadoso, el diplomático, el mal intencionado...
Pero el borracho no es diplomático, piadoso y mucho menos terapeútico.
El borracho con todas sus penas y sus miserias no se muerde la lengua.
Por eso cuando asegura que ese al que acaba de conocer, hace ni dos minutos,
es el tío más cojonudo que habita en este mundo... no busca su aprobación,
ni su gratitud, ni nada en absoluto. Simplemente está en el grado animoso.
Ya llegará el violento y pasará del blanco al negro lanzándose al cuello.
El borracho es puro instinto irracional.
El borracho se desprende de lo aprendido, de lo establecido,
y se acomoda en un estado regresivo, primitivo.
Estando ebrio todo es confuso y ambiguo, pura contradicción.
Todo, menos cuando me preguntas, cuando me dices: “¿Es cierto eso?”
No hay nada más cierto y solo ebrio (lo siento) pierdo el miedo a decirlo.
Te quiero.
Pero mañana estaré sereno y aseguré que no lo acuerdo.
Así que aquí queda el documento que lo acredita
el resguardo que deja constancia de que por una vez no miento,
 ni borracho…ni sereno.








A solas con el rock and roll.

Suena el primer acorde del ultimo vis,
el tema final y la actuación llegara a su fin.
Buenos momentos durante todo el concierto,
en los medios tiempos bailemos lento
y en las llenas de rabia todo adrenalina desbocada.
¿Cómo no mover al menos el pie?
Pero ahora ya lo ves,
cuando acabe la última canción tendré que decirte adiós
y me quedare a solas con el rock and roll.
Suena el punteo, una guitarra se desgarra a modo de llanto
se asemeja tanto a lo que siento en este momento
y solo pienso en que nunca termine esta canción
pues cuando lo haga te diré adiós
y me quedare a solas con el rock and roll.
La apoteósica traca no engaña esto se acaba,
estridencia y rabia se despide la banda
las luces se encienden, los focos se apagan.
Te busco con la mirada pero marchaste sin decir nada
triste porque no te despediste,
afligido porque al acabar la canción no pude decirte adiós
antes de quedarme a solas con el rock and roll.



El extraño tras la máscara.

Cuando más feliz te sientes, mas a salvo en tu romántico letargo junto a una ilusión que imaginas real, aparece él con su disfraz.
Tras la máscara no se oculta un rostro sino resentimiento, celos, rencor y odio. Vaga perdido por la calle de los sueños y te busca para acabar con tus anhelos. Armado con el tiempo y la distancia, apoyado por oscuros aliados malsanos, desquiciados, envidiosos de tu idílico estado.
Quieres protegerla, pero huye asustada y se refugia lejos de tus brazos, en la cabaña abandonada. Cayó en la trampa, de un solo golpe la hiere mortalmente el miedo.
Aunque intentas correr y acudir en su ayuda, el tiempo se detiene y no te mueves. Es como si toneladas de sufrimiento lastrasen tus piernas. Ella se aleja, el extraño tras la máscara se la lleva.
Él es la fatídica realidad, el despertador de las cinco de la mañana que te grita, muy cerca de la oreja, recordándote que amaneciste solo en tu cama, que todo no fue otra cosa que una ensoñación, un espejismo.
Afuera el desierto te espera, no olvides el bocata.





El as de picas.

Ahora que no tengo nada que perder, que no tengo nada mejor que hacer, paso mi tiempo durmiendo, que no soñando. Después de pensar que tenía una buena mano me quede con una delante y otra detrás intentando tapar las vergüenzas pero relajado con la tranquilidad que da quedar en la indigencia afectiva. Y pasa otro día que no me levanto para comer y al igual que los bolsillos siento la tripa vacía, que saciar el hambre tampoco me motiva. Debo seguir la partida pero ya nadie me fía y cuando aparezco se ríe el croupier, “no va más” me dice. Todos juegan a la ruleta y la banca siempre gana y yo con las cartas marcadas, guardadas en la manga de nada me sirven si no me guardan un sitio en la mesa, no gano ni haciendo trampas. Una última partida. ¿Qué apostamos? ¿Y qué más da? Los dados están cargados no puedes triunfar, no te recuperaras de tu mala racha y ya perdiste hasta la camisa. ¿Qué te empuja a seguir? ¡Anda ve a dormir! Y como se suele decir “de perdidos al rio” me rio y apuesto mi alma, que lo que no existe poco vale. Acepta el demonio mi apuesta y me demuestra que el que con niños se acuesta…¡A la mierda, quédate con ella! Me echare una siesta.


Cero.

Si fuese verano al menos podría entretenerme espantando moscas en mi choza. Pero es invierno, hace un frío que pela y ni polillas hay, no es posible encontrar ni un puñetero insecto. En la calle un día de perros, así que estoy con el calefactor a todo meter delante del monitor, divagando para variar. En esta ocasión toca reflexión didáctica.

Solo hay una ciencia exacta y esa son las matemáticas, todas las demás son relativas y cuestionables, pero no las matemáticas.
Dos más dos son cuatro y no hay más que hablar, al igual que cero es nada y es el común denominador de los mensajes que recibo al cabo del día.
Incluso los números negativos son más que nada, son una deuda, un crédito, pero el cero… el cero, con perdón, es una mierda.
Por ello hoy me siento con ganas de mandarlo todo a tomar por el camino más corto, o lo que es lo mismo, por el recto. Que el mundo pueda disfrutar del partido en abierto, que gane sin necesidad de prórroga y se lleve cómodamente a casa los tres puntos de sutura.
Cualquier cosa antes que un cero a cero, que es lo mismo que haber perdido el tiempo.
Regreso al vestuario, me conecto y me encuentro con un “hola”.
Que escueto, pero aun no siendo un cero, sabe a derrota.



Los amantes de Teruel, tonta ella y tono él.

Este es un mundo de clones (que no de dones) donde se hacen pasar hombres por mujeres, mujeres por hombres. ¡Qué hecatombe! Que frío en Ítaca, que aburrido tejer todo el día y des-bordar en la vigilia esperando al cretino de Ulises. ¿Qué me dices? ¿Pasamos de las perdices? Que Helena me suena a detergente y Páris desluce por la noche cuando se pone cursi. Mientras, a las puertas, los griegos dejaron el caballo, que la droga mata a los que atrapa en sus brazos. Que Tristán esta Isolda, que Isoldo Tristán. Bajo el azul celeste se codean con la pérfida Celestina, va listo Calixto si pretende pretender a Melibea, que el demonio no lo quiera. Todos aquí están locos, los Julietos y las Romeas. Aldonza Lorenzo jamás será Dulcinea fuera de este juego, donde no encontrará otra cosa que Sanchos con sus panzas. Dentro, Quijotes soñadores se estrellan contra los molinos llevándose el viento sus anhelos. Mar adentro sigue Ulises dejándose seducir por brujas y sirenas, en tierra Penélope lo aguarda ignorando a sus brutos pretendientes, pendiente de que él llegue. Pobre boba, no aprovecha lo que la vida le ofrece y envejece, languidece, teje.


La ecuación humana.


Él

La jornada se acaba, ya hace mucho rato que los demás regresaron a casa pero... aun vapuleado por alcohol y nicotina no piensas arrojar la toalla. Hay vida mientras la noche aún respira y en una oscura esquina, sentada en la barra, ella.
Está sola y te mira. No es especialmente guapa, tampoco te desagrada. Quizás tiene algo, o tal vez tan solo es la oportunidad de aprovechar un último cartucho, tú último disparo. Pides a la camarera otra ginebra que torpemente mezclas con tónica, pues es la tónica en tu vida regresar solo a casa. Pero no, no lo imaginas, ella te mira. Pantalones tejanos, blusa amarilla, ojos claros y rostro de no haber roto jamás un plato. Piensas que tiene un hermoso pelo castaño y una mirada triste. La imaginas haciéndote compañía, riendo divertida, hablando banalidades, acompañándote a casa…
El tiempo pasa y como una estatua te plantas ante la imaginaria frontera que marca la distancia entre ella y la nada.

Ella.

Su amiga estaba deprimida y la sacó de copas. “A ver si te animas” la dijo y a las dos horas ya se lió con el primer tipo que se le puso a tiro. Ahí estaba ella, sola con cara de tonta. La pereza y cierta sensación de estafa la mantenían sentada en la pringosa barra. Eran altas horas de la madrugada y se sorprendió al darse cuenta de que lo estaba mirando. Ni feo ni guapo, ni todo lo contrario. Tal vez sintió, que al igual que ella, estaba solo. Quizás es el alcohol el responsable, pero algo en aquel tipo de pelo moreno y triste gesto le llamó la atención. A su alrededor los carroñeros levantaban el vuelo tras su escaso éxito en buscar sustento de última hora.
Solo, sola.

Final.

Apuró de un largo trago lo que quedaba de su bebida en un intento de infundirse valor. Otro cigarro y, encomendándose al diablo, se acercó dando pasos cortos. Se sorprendió, estaba temblando. Tampoco suponía tanto un nuevo rechazo, contaba con ello. El no ya lo tienes. ¿Por qué no intentarlo entonces?
- ¡Hostias que viene! - Pensó y se le aceleró el corazón. Encendió un cigarro y agarró nerviosa su copa.
- Hola. ¿Estás sola?
-¿Y a ti qué coño te importa?
Pasas de largo, un último trago y a casa. “Hola. ¿Estás sola?” Solo faltó preguntarle si estudia o trabaja. Menudo estúpido te sientes.
¡¿Cómo demonios pude mandarlo a la mierda?! Deseabas que se acercara, realmente lo deseabas pero te traicionó el subconsciente, y ahora te sientes como lo que eres, como una idiota.
Y esta es la historia de la extraña ecuación humana, y ya de mañana cada cual a su casa, y por separado imaginar lo que se han perdido, lo que podía haber y no ha sido.





Dos incógnitas.

De regreso en la madrugada, zig-zagueante retorno al hogar. Espeso por expreso deseo, desecho por no poner esmero en el descanso y como consuelo la promesa del colchón redentor y el calor de la almohada que sumisa se deja querer en mis brazos.
A ratos ni se por donde ando y me agarro a las farolas, redentoras salvavidas en el océano de la bebida, velando la noche solas, alumbrando el camino y… vomito.
Sé que no es bonito y menos lo es mear en un portal, tropezar, rodar por el suelo para luego después de bostezar reemprender la senda a casa con la cabeza gacha.
Menuda resaca me espera mañana, más vale haya valido la pena la media hora de alegría con que el alcohol premia su desmesurada ingesta. Si a eso le restas el saldo de la cartera y le sumas el dolor de cabeza nos queda un resto que no un monto, en lo hondo ardor de estómago, en lo alto las nubes de un cielo que amanece.
Me saluda un nuevo día y brillan dos soles cuando me miras. ¿Dónde habías estado escondida? Un encuentro fortuito pero como si ya hubiese estado escrito, el destino cómplice del delito te cruzo en mi camino.
Esta breve historia no ha hecho más que empezar y ya en ella se esconde una ecuación con dos incógnitas, tú y yo.



Resaca.

Esta vez me ha dado fuerte, me da vueltas la cabeza y me juro que nunca más, que esta fue la última vez. Pero es que era tan dulce el licor, tan suave su sabor, me embriagaba su aroma de tal forma que no veía la hora de paladear su esencia, de degustar y admirar su cuerpo, de mojarme de nuevo los labios con aquel vino joven pero con carácter. Brindando en su compañía pasaban los días, he dormido la mona en sus brazos hasta hoy que he despertado vomitando bilis. Se me pasara, pasara la resaca como siempre, como las otras veces.

Aunque lo niego, por más que jure que no me arrastrare de nuevo por el estercolero sorbiendo los posos de otras botellas sé que me engaño, que no ha de pasar un año, un mes, un día sin que me dé a la bebida. Pero nada saciara ya mi sed y aunque sé que perjudicaste mi hígado, ulceraste mi estómago, obstruiste venas y arterias de lo que alberga el pecho, no quiero otro bouquet que el de mi joven vino. Se me pasara, pasara la resaca como siempre, como las otras veces.

Creo que aun ando borracho porque le ladro a las paredes, nada digo que sea coherente. Mis palabras vagan perdidas sin un destinatario, huérfanas de remitente. Necesito un trago, miro a mi lado y no estas. Es la traición la peor herida, la que más duele, la que no se olvida. Aun así no pasa un minuto en que no piense en dejarlo todo para acudir a refugiarme en tu etílico regazo. Me estoy quitando, lo estoy dejando, puedo controlarlo…Soy un pobre ingenuo, un alcohólico irredimible que ya no reconoce ni en el mundo en que vive. Se me pasara, pasara la resaca como siempre, como las otras veces.

Enciendo otro cigarro, el humo en la habitación se condensa y apesta. Quisiera caer en letargo, no abrir los ojos hasta que dejen de estar rojos, hasta que mi habitáculo se detenga y no de mas vueltas y vueltas mi cabeza a la misma imagen. A partir de ahora solo beberé por vicio sin disfrutar del calor, tan solo para embotarme y olvidar. No dejare de estar ebrio, enlazare una cogorza con otra evitando así enfrentarme a la siguiente resaca. No quiero matarme, no soy tan estúpido, esperare que el tiempo haga su trabajo pero es que no se me pasa esta maldita resaca, como siempre...

Como las otras veces.


Hay quienes aseguran que de Madrid se llega al cielo, no sé si en bus o haciendo dedo, pero yo ya me veo camino Soria,  caminando de villa en villa por pedanías desiertas, tiritando de frío y cubierto de sabañones. 

Perdí demasiado tiempo en Zamora, esperé mucho más de una hora y la plaza no se rendía, a fe mía que me tomaron el pelo, y sin otro consuelo que el estómago lleno de lechazo y chorizo, de garbanzos DE FUENTESAÚCOS y chanfaina, me fui de allí caminando de Villa en villa por pedanías desiertas, tiritando de frío y cubierto de sabañones.
Recorrí la España vacía con denominación de origen, que no fía en traidores, que se muere de soledad y se aflige en silencio. Llegué a la Comarca del Bierzo, contento por su clima más benigno e indulgente, lo mismo que sus gentes, que no aún siendo parientes como a tal me recibieron. 
Esa misma noche les brindé consuelo a dos señoras, compartiendo alcoba a diferentes horas y a espaldas de sus maridos. Dónde dije digo, digo Diego, pues les juré amor eterno, pero solo hasta que despuntara el día. De madrugada salí furtivo camino del desarraigo, lejos de cualquier lazo que me una a otra tierra que no sea la que pisan mis zapatos.

Pobre Dulcinea, de entre todas las manchegas, ella es la más fea. Suerte que siempre hay un generoso hidalgo, que como buen Quijote, está dispuesto a meterle el... 
Es tierra de curas, de mojigatos y de censura. Más a las duras que a las maduras, no me dejaron otra que la de salir por piernas. Que a su padre y muy señor mío lo asistan, escopeta en mano, su hermano, un cuñado y dos sobrinos. Me vi sin plumas y cacareando, de recuerdo algo de plomo en las nalgas y sobre la espalda la carga de la culpa. No admitieron mis disculpas camino del altar y de no lograr escapar mientras oficiaban la misa, en otra camisa habría de vérmelas ahora. ¿Qué cómo lo hice? Que Dios me tenga en su gloría y me perdone, que no me guarde rencor aquel buen hombre por la patada en los cojones, pues... no habiendo otra alternativa, es de justicia que todo vale si está en juego la honra, la mía.
Allende los mares, sueñan las canarias con abandonar su cálida jaula, y es que no son tan afortunadas las islas como las retratan. No se apenen, buenas señoras, que yo traigo el pasaje hacía la otra orilla, hasta la que no brilla el sol todo el año y puedes caminar, sin caerte al mar,  más de tres metros cuadrados. 
No fue de su agrado la inocente mentira. Tuvimos la noche para amar y soñar. Al despertar les quedó el en la boca el "reproche", por ser comedidos y no hablar mal, que de mal nacidos está el mundo lleno y a mi me parieron de culo.

¿Qué me importa si en Galicia está el mejor marisco? Almejas y vieiras ya tenían un percebe que las llenase y acabé sujetando la vela y sin pareja. Abandoné la ría hasta alcanzar la orilla de las islas Cíes, en pos de alguna hippie desinhibida. Más... que lejos quedan los sesenta, aquí solo perduran las añejas, por ser cortés y no llamarlas viejas, y por mucha solera que tengan, no enmenda del pavo la nausea, siquiera en Acción de Gracias.

No les faltan ganas a estas mañas, que hasta en la cama te bailan la jota para llamar la atención. Yo les doy la razón en todo y me dejo querer en justo pago. Me largo antes de que asome el sol. ¿Quién soy yo para defraudar sus sueños? Que si, que si... que Teruel existe y dice desde el Pilar la virgen que no quiere ser francesa. A otro con esas, que a mi aún me quedan suelas que hollar por los caminos y poca memoria en el disco duro. Es prematuro el despedirse, pero ya ha asomado la luna y he de descansar.
Mañana más.

El amante itinerante.

Hay quien asegura que de Madrid se llega al cielo, no sé si en bus o haciendo dedo pero yo me veo camino Soria que de poco me sirve una amante en Oviedo aunque tenga dinero o folle de miedo. En Zamora se entregan pasada más de una hora, no es mi culpa si asumen la derrota ni me importa que en Galicia este el mejor marisco si almejas y vieiras ya disponen de su correspondiente percebe que las llene. Insisten otros en que Teruel existe y grita desde el Pilar la Virgen, dice que no quiere ser francesa, la muy boba no se da cuenta subida como esta en su pedestal de que las Españas vuelven a ser godas. La mancha de Dulcinea es que entre todas las manchegas ella es la más fea, no es mayor problema, siempre hay un generoso hidalgo que como buen Quijote está dispuesto a meterle el…y ya que estamos con la rima fácil como olvidarme de Logroño, demasiado sencillo hacer un pareado así que lo dejare de lado. Allende los mares sueñan las canarias con abandonar su cálida jaula y es que por lo visto no son tan afortunadas las islas como las pintan. Altivas son en Jaén, una pena no me gusten las olivas, ni picadas ni rellenas con la ambrosia de la Escala. Que gracia lo de Málaga “virgen” y que triste que aun haya quien llore por Granada si no sirve de nada a estas alturas de los Picos de Europa en Cantabria. Cincuenta y dos comunidades son demasiadas para mencionarlas una tras otra y muchas más sus ciudades pero si algo tienen en común es que al igual que en Fuente Ovejuna todas a una me insultan. Me tachan de manipulador, de embustero, de hipócrita, nada más lejos de mi condición ser un Casanova ni un patrio Don Juan, pobre de mí, recitando tras un arbusto como Cyrano para que a la chica se la lleve otro más guapo. Fumo un último cigarro, miro el reloj, ya es tarde, que tengáis lindos sueños de cuento y que al despertar arrodillado frente a vuestra cama un apuesto príncipe os devuelva el zapato que previamente yo os había robado




Bostezos.

Uno dijo hace tiempo que la vida es sueño. Otros aseguran que es la muerte el sueño eterno. Así no hay quien se aclare de quien está vivo, quien muerto y el que solo está durmiendo.
Lo único cierto es que perdemos el tiempo soñando, eso nos priva del descanso que necesitamos y acabamos caminando sonámbulos, buscando bajo las sábanas unas respuestas que no encontramos ni solos ni acompañados.
Ya me he cansado de chuparme el dedo y no conseguir pasar página.
Me voy a la cama, ya veré mañana si me he muerto o si sigo soñando despierto.





Un árbol seco.




Poca la sombra que ofrece un árbol seco,
y en el hueco, no corre la savia.
Tan solo las termitas 
lo irritan, lo devoran. 
Enfermo, 
echa de menos un brote verde 
pero solo es un tronco vacío,
indefenso ante el fuego.







Repetitivo.

Soy un podenco viejo  que arrastra un pesado arado, tras de mi los surcos que deja la cuchilla en los terrones, cicatrices en forma de pentagrama y en él escrita la sinfonía de una vida. Un bolero de Rabel, un in crescendo en el que se van uniendo poco a poco los diferentes instrumentos, monótonos, repetitivos y al final la coda, un golpe de platillos dará por concluido el recorrido. Giro la cabeza y miro, nada he sembrado. El páramo esta yermo, menuda pérdida de tiempo y a mis adentros pienso que luego existo, pero poco, estridente, y estéril. Que pueril el trayecto, liviano el resultado ¿pues cuánto pesa la nada? Se lo preguntare mañana al eco si es que se digna a no ignorarme y me responde y entonces con un cigarro en los labios recogeré las copas, limpiare el carmín de todas ellas y me serviré un mal trago. Todo ha acabado, todo es silencio, ningún aplauso. Normal, no he sido capaz de dirigir bien a la orquesta, merezco  la palestra y una lluvia de hortalizas con las que hacerme una menestra, en la diestra la batuta en la zurda la multa por no respetar el descanso de los vecinos y eso que apenas ni hice ruido, que pase de puntillas por la vida, que el sonido de fondo no eran más que pregrabados y descubierto el engaño pitos,  gritos, enfado. Bah, me encenderé otro cigarro que ya hace un buen rato que divago, doy por concluido este sinsentido, monótono,
repetitivo.



Amnesia.

Hace frío
y apenas me quedan recuerdos
que lanzar al fuego.
Desperdigadas por el suelo,
nostalgias,
sentimientos pretéritos
evocadores de tiempos mejores.
Los recojo, sonrío…
y los quemo.

Busco en los bolsillos,
por si por algún des zurcido
se deslizó la esperanza.
Solo encuentro el dolor,
pero el dolor no arde
y la llama se extingue.
Nada me queda
por lanzar a la hoguera.

Sé que no existe el destino,
que elegimos el camino
y el mio me ha traído
a este mausoleo vacío.
De nuevo el desierto helado.
Cuando mañana despierte,
ya no desprenderán
ningún calor las cenizas.
Imposible reconocer en ellas
tu voz, tu vitalidad, tu sonrisa.
Habrá vencido el olvido.





El culebrón de las apariencias.

Sentimientos no correspondidos, celos, infidelidades, alcobas sobre explotadas, corazones libres de aforo. Don Juanes y Casanovas recitan versos de copia y pega. Femme fatales, ovejas reconvertidas en lobas. El culebrón de las apariencias, personalidades que son un fraude, fraudes que son personas. “Te quieros” de invierno, calenturas fuera de temporada, folletines soporíferos, filólogos horrorizados, ilusiones migratorias, esperpentos, familias y endogamia. Que bonito es todo, el romanticismo se respira en aire, será por eso que me estoy asfixiando porque que yo recuerde no padezco asma.

Paraíso perdido.

Elegir marchar al paraíso junto a la serpiente
para ver como allí muda la piel.
Escuchar como riza aún más el rizo
y se desmarca de lo dicho,
que todo fue un capricho,
que me reserva un nicho junto a otros tres.

La vi ascender por el tronco
para marcharse por las ramas
del árbol de la sabiduría.
De viejo está seco,
la estupidez lo ha podrido,
ha podido con él.

Ya es tarde para darse cuenta
de que me hicieron la cama,
que me jodieron la marrana,
que la princesa me salió rana.
¿Cuándo me pagas? Mañana.

Me marcho con la deuda,
pendiente me responda las llamadas,
de que se apague la llama
que me consume y me hiere.

Que el que no juega no pierde
y el que no pierde no aprende.
Que bien se duerme en la ignorancia,
despertar a la mañana,
mirar por la ventana y no ver nada
que te llame lo suficiente
como para arrancarte de la cama.

Eso es nada si lo comparas
con la cara de idiota que te devuelve el espejo
cuando te limpias las legañas.
La vida no es quien te engaña,
que las bañas no crecen por la cara
si no en la cabeza
dejando constancia de lo rancia que a veces es
y lo mal que te trata.

Esto se alarga más de lo debido,
no da más de sí y si ha de ser “no”
pues liarse la manta a la cabeza a modo de turbante
y entregarse al desierto buscando un oasis.

Como siempre, a lo hecho pecho,
que será no me gustan las perdices
por lo que se me resisten los finales felices,
que colorín descolorido, me despido.
Aquí quedo mirándome el ombligo.




Tan solo por no permanecer mudo.

No pretendo esconderlo, soy un cretino.
Perdida la inspiración,
lo que escribo tiene poco sentido
y no doy abasto,
mientras en un rincón escondido,
me libro de parásitos.

Por más que las busco
las musas me dan de lado,
hacen el amago
de tocarme con la mano
antes de dedicarme un corte de mangas.

Mantengo la calma, enciendo un cigarro
y me regalo un instante entre esputos y humo.
No alcanzo a nado la orilla,
polillas en el armario y afectos de saldo
porque yo lo valgo.

Andando se hace camino,
más deprisa en bicicleta
y si bien de niño me negaron la teta,
 me cansé de la dieta de asceta
y del jarabe de palo.
Que yo no soy malo
solo un poco raro
y a falta de un final más logrado,
pues…colorín colorado.






Haciendo camino.


Buscando la senda de la enmienda
caminando descalzo sobre piedras
y en la linde del camino entre “peros”
me desespero mientras las zarzas
me rasgan las piernas.

Que poco se avanza
con semejante carga.
Me dijiste “te quiero, pero…”
y nos vimos en el entierro
de nuestro neonato romance.

Fuera de mi alcance,
que lejos quedan los versos del poeta
 “metete tu amor por donde te quepa”
y fue por la brecha abierta en mi pecho
por donde entró todo el desprecio
para quedarse sin pagar peaje.

Con lo sencillo que parece
poner un pie delante y después el otro,
y en mitad del campo,
¿que pinta un semáforo en rojo?
Me detengo para dejar pasar el tiempo,
aprovecho para recobrar el aliento
mientras contemplo
como lo que siento se marchita.

Deshoje la margarita, “no me quiere”
y la flor al contrario que tú nunca miente.
Sigue caliente la herida, noto como palpita
pero ya no es a tu son.
Bombea el corazón y se extiende la ponzoña,
ya tan solo queda la carroña en mitad de la carretera,
aplastada por un camión mi ilusión.

No seas “ñoño” me digo y prosigo,
que el disco hace un buen rato que se puso verde
y como dijo otro poeta,
uno que de verdad escribe lo que siente:
“caminante no hay camino,
se hace camino al andar”
y aunque duela decirlo, que continuar es dejarte atrás,
mejor aprender de lo recorrido y empezar a olvidar.


Comentarios

Entradas populares de este blog

El profanador de sueños.

Esculpida en piedra. "El castillo de naipes."

Cuentos de viejas.