La cara oculta de la luna.

  • Soy una persona tranquila poco dada a las aventuras, con una zona de confort muy reducida que teme a los imprevistos más que a cualquier otra cosa. Nada más cómodo y eficaz para evitarlos que seguir las pautas que la misma sociedad te ofrece disfrazadas de "códigos de buena conducta". Dejar salir antes de entrar, aunque ello conlleve el perder el metro más de una vez, guardar silencio y desactivar el teléfono durante la película e ignorar al mentecato que a tu lado no para de hacer comentarios en voz alta. Soportar estoicamente la cola en el super mercado sin recriminar a ese/a jeta que se cuela o a la abuela que busca pagar con calderilla hasta cuadrar el último céntimo. Tampoco el discutir va conmigo, mejor asentir con la cabeza a los argumentos del cretino de turno por estrafalarios y ridículos que sean, hacerme el sueco cuando me dan el cambio de menos y jamás reclamar las facturas que, curiosamente, siempre cargan de más a su favor.
  • Si, mi refugio es la rutina, dentro de ella me siento a salvo.
  • Llevo cerca de treinta años en el mismo trabajo, pagan mal y a deshora y por si fuera poco he de desplazarme más de 100 km cada día para llegar. 
  • Nunca he pensado en la posibilidad de cambiar, "cambiar" es una palabra que me asusta.
  • A la hora de desplazarme siempre elijo la autopista. Entre gasolina y peajes se me va medio sueldo pero no me importa, dentro de esa burbuja que es el hábitaculo de mi viejo Ford Fiesta me siento cómodo. Aislado del mundo, la hora de trayecto es una catarsis en la que purgo mis miedos, en la que todas mis inseguridades se esfuman.
  • Hoy es diferente, una densa niebla lo cubre todo y apenas soy capaz de ver más allá de un metro de mis narices. He tenido que reducir la velocidad hasta rayar lo ridiculo. No importa, siempre salgo de casa con muchísima antelación por si, cómo en esta ocasión, aparece un maldito "imprevisto".
  • He intentado en vano encontrar una emisora en la radio, al desplazar el dial solo suena ese desagradable ruido de "energia estatica". En el viejo radio cassette sigue enrollada la cinta de los Bachman Turner Overdrive, no me queda más que la compañía del silencio y me está entrando sueño.
  • Puede que diese una ligera cabezada, que durante una centésima de segundo perdiera la conciencia y que al abrir los ojos en estado de semi aturdimiento la imaginación me jugara una mala pasada. Pisé el freno a fondo, aun yendo tan despacio el vehiculo giró varias veces sobre si mismo hasta que perdí por completo la orientación.
  • Me encuentro detenido en mitad de la autopista rodeado por una niebla que parece hace falta una moto sierra para poder cortarla. 
  • No tardó la angustia en pasar a estado de pánico. Puedo notar cómo mi corazón late descontrolando, cómo sube por mi garganta intentando escapar por la boca. Me he aferrado al volante esperando que en cualquier momento algún otro automóvil me embista.
  • Pienso en un camión, en un enorme trailer de cuatro ejes con sus treinta toneladas pasándome por encima.
  • A duras penas mi dedo acierta a presionar las luces de avería. Me tiembla el pulso como a un enfermo de parkinson. De tanto miedo me estoy ahogando, incapaz de respirar por no perturbar el silencio previo a la tragedia. 
  • Los "warning" serán del todo inútiles con esta niebla. Me debato en la incertidumbre, tengo que tomar una decisión, una decisión trascendente, algo que posiblemente no he hecho en la vida.
  • Es preferible salir del coche y buscar el arcén exponiéndome a ser atropellado que esperar a una inevitable colisión. Busco en la guantera el chaleco reflectante, por suerte sigue en el mismo lugar en el que lo puse el día que lo compré, obligado por la nueva legislación de trafico. No se que cuñado de qué ministro se lucró con aquella imposición, pero ahora me alegro de tener el dichoso chaleco.
  • Dentro de lo malo he tenido suerte, he quedado a tres palmos del quita miedos, no me he estampado de milagro. Lo tengo a mi derecha y es imposible que me haya saltado la mediana, por lo que el coche ha quedado con el morro en la dirección correcta. Nunca está de más comprobarlo, intento ubicarme con el gps de mi teléfono pero, al igual que la radio, parece que el móvil se ha muerto.  
  • Ni conexión, ni cobertura... ¡Mierda de trastos inútiles!
  • Las 5:30 de la mañana, aun puedo llegar a tiempo al trabajo, en tres décadas nunca he sido impuntual, nunca he fallado un solo día y hoy no va a ser el primero.
  • Rodeado por la niebla, los focos del Ford Fiesta y las luces de las farolas intentando pasar a través de ella dan una sensación inquietante. Que extraño, ahora que lo pienso, en todo el trayecto no me he cruzado con ningún otro vehiculo, tampoco ahora (por suerte) ha pasado ninguno.
  • Me tranquilizo. Es de madrugada y paralela hay una carretera convencional. Solo los que son como yo y los que tienen prisa circulan por la autopista a estas horas.
  • Me han entrado unas ganas locas de fumar, no es el lugar ni el momento. Nunca fumo mientras conduzco, necesito de mis dos manos libres y esa abstinencia durante el trayecto es por lo que lo primero que hago al llegar a mi destino sea encenderme un pitillo y saborearlo tranquilamente antes de entrar al tajo. Sigo estando demasiado nervioso, el cuerpo me pide nicotina, la necesito para centrarme. Solo serán un par de minutos, puedo prescindir del "pre jornada" si se me hace un poco tarde.
  • Que silencio, parece que el mundo se haya cansado de girar.
  • Seguro que el tabaco te destroza los pulmones y ocasiona toda esa retahíla de calamidades con las que sanidad nos deleita las retinas en cada cajetilla, pero lo cierto es que a mi me despeja la mente.
  • Algo se cruzó en mi camino, no fue una ensoñación, estoy seguro. Quizás algún animal, un perro o incluso un jabalí, hay bichos de esos que bajan de las montañas. Que tontería, las montañas distan mucho de la autopista, pero lo del perro no es tan disparatado. En todo caso he de seguir o perderé el plus de puntualidad. 
  • Arrojo la colilla al suelo, he apurado tanto que el filtro está quemado. Lo piso hasta asegurarme de que ha quedado tan desmenuzado que es imposible que haya sobrevivido un mínimo atisbo de combustión en él. "Todos contra el fuego" y todo eso. ¿Porqué me pierdo siempre en divagaciones?
  • Entro al coche y cierro la puerta con suavidad, respiro profundamente intentando acabar de tranquilizarme, solo consigo provocarme un ataque de tos. ¡Tabaco de mierda!
  • Relajate, no ha sido nada, solo un susto pero ya pasó. Ahora todo vuelve a estar bien, re emprenderé el camino y en un rato estaré de nuevo a salvo al amparo de mi rutina. 
  • Busco el cinturón de seguridad, tiró de él en pos del anclaje. El "clic" me indica que estoy apunto.
  • - Hola.
  • "¡Cagonlaputa, en la madre que la parió y en todos sus posibles padres! Ha sido tal el susto que he intentado huir sin recordar que llevo puesto el cinturón. De a poco no me rompo una costilla. No acierto a liberarme, solo hay que presionar el botón rojo pero en mi imperiosa necesidad de escapar opto por tirar de él como un imbécil.
  • - ¿Qué cojones estás haciendo?
  • Cierto, aquella era una buena pregunta.
  • De ser el vagabundo psicópata y asesino que mi mente, embrutecida por tantas películas de serie z, había imaginado, ya me habría degollado media docena de veces.
  • Siquiera había reparado en su tono de voz y ahora que por fin me atrevo a mirar, compruebo que no es un él, si no un ella.
  • Sentada en el lugar del copiloto, una muchacha muy joven, se me antoja casi una niña. De pelo laceo muy largo y tez blanquecina que contrasta con su cabello de un negro intenso y brillante. Lleva lentes y tras ellas unos ojos de un negro tan profundo que sentí vértigo por miedo a caerme dentro.
  • - ¿Cómo has entrado en mi coche? - Me atrevo por fin a preguntar.
  • - Estaba abierto.
  • - No, no me refiero a eso. - Mi voz es un balbuceo. - Digo que cómo has llegado aquí, estamos en mitad de la nada.
  • - Hacía autostop.
  • Esa respuesta no me aclara demasiado, pero tengo algunas otras preguntas que me urgen y no sé por cual empezar.
  • - ¿Autostop? Con esta niebla no había de verte nadie.
  • - Lo sé, por eso he tenido que forzar un poco la situación.
  • Todo comienza a tener sentido. - ¡Tú, tú eres quien se ha cruzado en la carretera! ¿Acaso estás loca? Ambos podíamos habernos matado. ¡Menuda temeridad más absurda!








Por favor, no tiren de la cadena.


Este es hoy mi alegato a favor de esos literatos, de los poetas de puertas adentro que le escriben odas a su entrepierna mientras hacen fuerza esperando que asome la inspiración. ¡No permita Dios que les falte jamás un rotulador en las manos con el que plasmar sus soflamas! Soflamas de quien no da la cara, de los que nunca reclaman derechos de autor. Lo mismo critican que exigen, que proclaman su amor a una musa o dejan que el tedio guíe su mano cuando escriben sonetos de aqui te la meto, fulano maricón.
Es esa polivalencia la que sustenta mi admiración. Dignos discípulos de los clásicos, (Lope de "Verga" o Garcilaso), con los que comparten apellido y estilo. Tan depurados sus vituperios, que el mismo Quevedo enmudecería de envidia. También los hay que escriben en prosa, a lo Mario "Vergas" llosa, ampulosa retorica sin las restricciones que impone la correcta ortografía.
Aunque yo prefiero a Unamuno, sus verdades como puños, que el roce no hace el cariño, a lo sumo te salen llagas y me gusta cuando callas porqué estás como ausente. Pendiente de lo que te mandan por wassap no me das la brasa y puedo ver la tele. Verde que te quiero verde, que es como te pone la gente cuando les das la espalda.
Juan Ramón le escribió a Platero, también yo lo hago a los pollinos y con perdón de Rubén Darío me despido.

"No se apague el rencor ni el odio muera
ante el pendón que el bárbaro enarbola;
si un día la justicia estuvo sola,
la humanidad lo sentirá entera."










El ciber cielo puede esperar.

Yo que del mar no se más, aparte de que si te alejas de la orilla te puedes ahogar, decidí que sería preferible navegar por aguas menos profundas y turbulentas. Con paso firme y decidido marché a una tienda y me compré un PC. (Siglas que hasta entonces siempre había asociado con Santiago Carrillo.) 
¡Ya lo ves! Ahora tengo internet. Estaba demasiado pez, no tardé en quedar atrapado a merced de los troyanos. Con razón les tenían inquina los griegos a estos marranos cabrones. ¿Cómo podía yo saber que estos trastos pillaban más virus que unos yonkis compartiendo jeringuilla? 
Busqué el consejo de mi hermano, que está más ducho en estos lances (y no por cuidarse más de su aseo personal.) Me aclaró que estaba bajo en defensas y yo le pregunté si debía darle un actimel.
Cortafuegos, antivirus, anti espías y antigripales, ya estoy listo para reemprender la travesía. No entiendo el porqué, pero tecleé lo que tecleé, siempre acabo en una página porno. De nuevo en manos de mi hermano.
De poco me han servido los muros. ¡Se me ha colado otro troyano! Si no fuese por lo dados que son a dar por culo estos helenos, aprendería a convivir con ellos. 
¡Donde las dan las toman! ¡Guerra total! Le descargo todo mi arsenal y ni se inmuta. ¡Hijo de..!
Borrón y cuenta nueva, formatear y reiniciar, escarmentar de los errores y no pinchar como un poseso, a todo lo que me diga descargar. 
¡Listo! Ha quedado el trasto a estrenar. Ahora toca aprender a chatear (término que hasta entonces había asociado con tomar vinos.) Pero no, se trata de relacionarte con tus semejantes, de hacer amigos.
 ¡De nuevo perdido! Si hay alguna ley que rija el destino en este universo infinito, esa es sin duda la del cretino de Murphy. Facebook, twitter y no sé cuántas más mandangas. Si he de ser sincero, me quedo con el troyano.
Esto de la distancia, (y lo de no tener que dar la cara), también tiene tus ventajas. Evitas que te la partan.
Ahora me llaman troll, y eso que ni foto he puesto.
Mucho tiempo más tarde, ahora ya relajado, (pues he pasado de neófito neardenthal a cromagnon avanzado), puedo permitirme lidiar con la adversidad y adentrarme en lo sentimental. ¡A ligar, coño! Que hay que aclararlo todo.
¡Bah! No tardo en desistir, aquí el amor es lo que el salmón a la salmonela. Antes de que me la echen encima, mejor poner tierra de por medio (ahora que aún estoy a tiempo).
Y hasta aquí mis experiencias (inexperiencias). Mientras vago a la deriva me hago mil y una preguntas sin encontrar ninguna respuesta. 
Está claro que no he de encontrar el paraíso en la tierra, pero dejar de tocar con los pies en ella para flotar por el ciberespacio, es de largo la peor de las opciones.
Por más que te prometan el cielo, por mí el cielo puede esperar, que aún me queda mucho por incordiar. (Aún a riesgo de que, ahora si, puedan partirme la cara.)

Fin.







La senda suicida.

Apuro mi bebida en mitad de la pista, cuando mi úlcera me recuerda el motivo, por el que hacia tanto que no asomaba el hocico fuera de mi cueva. El lugar apesta y la gente me molesta, necesito de la ingesta de más licor de garrafón. Como colofón, y en virtud de lo acordado entre las partes firmantes, al igual que el Holandés Errante, estoy predestinado al fracaso. Mientras naufrago en alcohol, me doy cuenta que es la de Murphy una ley seca, ya no me queda ni una moneda en la cartera.
Otra es la ley de las compensaciones, el azar a veces te resarce de tantas ofensas y se presenta, en forma de hembra, el contrapeso que equilibra la balanza. Es guapa la rubia que me acecha, alzo los hombros, para que se note dispongo de buena percha, y me acerco. Hace mucho que no se enciende la mecha que explosiona las ideas, así que espero me sirvan en bandeja las frases ya hechas.
Cosas que la pereza provoca, que solo se abre la boca por sueño y, entre bostezos, recuerdo que tengo mi copa tan vacía, como la cabeza de ingenio. Retrocedo, dando por hecho lo inútil del intento.

Se hundió mi castillo de naipes y, en concepto de derrama, no me da la gana que me facturen con efecto retroactivo, hasta el último ladrillo. Tan solo era fachada, detrás no había nada, Y es que además de vago, también soy avaro, ahorro en el decoro y mi poca educación no la malgasto saludando, me largo empujando.
Se acumulan las colillas mientras espero el tren en un andén sin vías. Mejor sería, no desaprovechar la vida, caminando a ciegas sobre la estrecha cuerda que es la senda suicida.




Una mala corrida.




Sobre dosis de viagra diluida en la tisana, colirio, antiácido y pomada en la almorrana. Todo listo para lanzarse al ruedo, de entrar al trapo y embestir el capote ignorando el peligro que el ridículo supone. La noche es joven y ella te espera, darás la vuelta al ruedo, los pañuelos al vuelo y en la mano dos orejas. En esta ocasión no escaparas con el rabo entre las piernas, relatar en el bar mañana sin escatimar detalles la faena. Salir a hombros, clamando a los cuatro vientos, que nadie ignore lo bien que te funciona el estoque.
Es la hora de la verdad, que Dios reparta suerte maestro. Bien el pase de muletas, cena a la luz de las velas y a los postres el tercio de varas, ya es tuya, la conduces con soltura hacia la cama. Oleee, ese pase de cintura, hora de pegar la estocada. De un solo golpe hasta la empuñadura pero...¡No puedo creerlo! Terrible el gatillazo, en el lecho tendido, supurando por la herida la autoestima, eso es nada si lo comparas con los abucheos de la grada. A todas luces el traje te vino grande y ya en la enfermería un coñac para aliviar la pena. - ¿Cómo te fue anoche? - Pregunta un fantoche con morbosa curiosidad. -¡Nah, un desastre, de todas hasta la fecha, esta la mas estrecha. - Y es que el que la realidad no adultera con gracia y solera no se entera que en esto de las corridas para dar la puntilla lo que prima es ir de boquilla.



Matar el tiempo.



Contra el aburrimiento, esconderme en un callejón oscuro y esperar que pase el tiempo, para asestarle por la espalda el golpe de gracia en forma de alegre puñalada. Por desgracia, siempre se me escapa de entre los dedos y me deja, a modo de recuerdo, en la cara más arrugas, mas achaques en el cuerpo y menos neuronas en el cerebro.
Cada cual elige su tipo de penitencia, unos en forma de libros de autoayuda, que se leen en ayunas para atenuar el efecto purgante. Otros se quedan colgados en la luna, en pleno cuarto menguante al borde del desastre. La mayoría se refugia en una existencia anodina, una espiral de rutina y, en su falta de codicia, se adaptan a la carga que sobre la espalda acomoda la familia.
Matar el tiempo como venganza de ser incapaz de escapar del tedio. El vaso medio vacío y quejarse solo de vicio, retractarse de lo dicho según mejor convenga al gusto de los oídos receptivos. 
A mandar que para eso estamos y no tire a la Milana señorito. 
No hay santos inocentes, solo seres que se mienten y por la mañana, sentados en su trono de porcelana, sueñan ser reyes.


La cara oculta de la



Ya deje mi huella en la cara oculta y entre suspiro y suspiro en mitad del vacío reconocer que no es tan sencillo vivir en la Luna. El mar de la tranquilidad la llaman pero Houston tenemos un problema y es que no sé cómo poner de nuevo los pies en la Tierra. Un extraño fuera de contexto, inexperto en todo esto de vagar ignorando la gravedad (la del asunto) y ese es el punto, que te asusto, que aquí no hay diferencia entre terráqueo o marciano y aunque te extiendo la mano te alejas de un salto y después de que subí tan alto ya no te alcanzo en tan corto tramo.
Es la hora del descenso, del regreso, de retomar contacto con la atmosfera y asfixiarme con tanto aire, aires de desprecio, aires prepotentes que rondan lo indecente siempre pendientes de lo que no les concierne.
Abandonare mi mundo de cuento para ser el indigente que entre cartones de vino mendiga cariño. Es cierto, soy peor que un niño y lloro hasta extenuarme si algo no consigo. Pero es que he perdido de forma injusta y no me resigno, por ello con basura reconstruyo mi nave en esta mugrienta calle por la que nunca pasa nadie.  Ingenuo cretino, soñador compulsivo, creador de mundos perdidos  y en mi mente sencilla plagada de lagunas busco una isla en la que no habiten caníbales y me sirva de refugio.
Alzo la mirada hasta que me duele la espalda, tú sigues ahí arriba pero ya inalcanzable, no habrá segundo viaje. Mi Apolo era el número13, no podía ser de otra manera, supersticioso o no lo cierto es que todo han sido problemas, demasiada distancia, demasiados cosmonautas. Llegaron los rusos cargados de vodka vomitando insultos y lo hicieron para quedarse, para quitarme lo que era mío. Con todo lo que he sufrido de nuevo vencido, es mi sino o quizás solo sea un crio en plena pataleta porque el abusón le quito su puñetera piruleta. No, lo que he perdido no es una golosina, es un año de vida, emocionante la ida, enigmática la partida hacia lo desconocido, pero ya estoy de regreso y me siento como un yonki que concluyo su viaje. Me lo pide el cuerpo, necesito elevarme y alcanzarte de nuevo, que tu ausencia me produce espasmos y sudores fríos, solo una última dosis que me permita regresar e instalarme por unas horas en la luna de Valencia, perder la conciencia, abandonar toda esta mierda.


Tierra quemada.

Por tres veces he negado al diablo antes de degollar al gallo para hacerme con él un caldo y entrar por dentro en calor. Hace frío, en pleno invierno emocional no va mal un tazón de auto indulgencia, que a falta de paciencia ya no busco enmienda ni redención, solo llamar la atención. El perdón no se compra ni se regala, se gana, pero no tengo fuerzas ni ganas. Total, acabare como siempre jodiéndole a alguien la marrana y es que si algo me parece divertido ya no miro las consecuencias que mis actos conllevan y me ciego echando a la hoguera más leña. Esconder la mano una vez lanzada la piedra, no dar nunca la cara y acabada la gamberrada, satisfecho del trabajo bien hecho, dormir del tirón como un lirón. Pero que decepción, al levantar por la mañana comprobar que no tenía puñetera la gracia, que defraudé la confianza que tan generosamente depositaron de forma inocente aquellos que vieron en mí algo de brillo. Tarde caigo en la cuenta que no hay billete de vuelta cuando tras de ti solo dejas tierra quemada, que ya no crecerá nunca más nada. Triste tener que admitir que no soy otra cosa que una plaga.



El idiota.

Ya estoy cansado de que sin tener familia me traten de primo. Nunca bien recibido, de ser más tonto que un higo y subido en el guindo, cual pardillo, estoy que trino, pío, pío. A mis espaldas las palabras se clavan como cuchillos.
Cuchichean los vecinos y me señala con el dedo el niño repelente del quinto, menudo elemento el puto crio. “Eso está feo, lo de señalar con el dedo”. Señora, miraré hacia otra parte si le cruza la jeta. “¡Usted no se meta!” Me pone mala cara y se lo lleva arrastras sin dejar de mirarme desafiante. ¿Qué tengo que reprocharme? Lo importante es que el burro sea grande para que cargue con la culpa y aguante los palos, se quite de en medio cuando se lo manden y acate la autoridad del rol dominante.
Unos pocos rebuznos y estoy a punto para arrastrar sus reproches, para seguir trillando en la era, la de la inocencia. Mañana aventarán mis ilusiones para separar el trigo de la paja en el ojo ajeno y cuando acaben me daré con la viga en los dientes.
Si juego con las palabras pero no se me entiende, es porque soy el raro que durante la hora del patio no tiene otros amigos con los que entretenerse.
¡Por fin es viernes! Saldré de copas con mis deudas pendientes mientras sobre la cabeza se cierne la tormenta perfecta. Me hundiré en la ingesta antes de acabar la contienda. ¡Qué dolor de cabeza!
Y así pasan los días, así transcurren los años, si a alguien he hecho daño que me lo apunte en la cuenta y mañana sin falta se lo pago.
Ningún mensaje en el correo y en el buzón la notificación de embargo, no se molestaron ni en entregármela en mano. No me importa, que se lo lleven todo mientras me acomodo en el suelo y miro cómo cumplen su cometido los funcionarios de hacienda, esa que dicen que somos todos. Pero soy yo solo el que paga el pato mientras otros pasan el rato mirando como mi obra quedó detenida por falta de liquidez y es que por mis venas corre tan poca sangre que las sanguijuelas se quedaron a medias en saciar su hambre.
Bueno, por fin me volví del todo loco. Reclamo para mí el puesto de tonto del pueblo, creo que lo merezco, que tengo derecho a convertirlo en oficio y sacar beneficio de todas sus burlas.
Y sin más que añadir, en espera de respuesta, se despide de ustedes, el bobo, el necio, el cretino, el demente...
el idiota

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 La ultima vuelta.

Complicado seguir el primero en tu cuadro de honor cuando tantos compiten por arrebatarme el puesto. Pero ellos buscan un trofeo, colgarse medallas y quitarme de en medio. Yo por mi parte solo pretendo subir al podio para robarte un beso.
Hice una pésima vuelta de clasificación, saldré en mal lugar y en la parrilla de salida rugen los motores. Banderazo, arrancan veloces en pos de la gloria, mejores bólidos, pilotos más jóvenes. Derrapo en la curva de los celos, casi pierdo el control y en la recta del tedio me ganan terreno. Acelero como un poseso y desde boxes me ordenan que aminore. Los ignoro, gripare el motor, correré el riesgo, ya estoy lejos de los primeros puestos. Quemando rueda en cada curva me recupero, hundo el pie en el acelerador hasta sentir dolor, el corazón se me sale del pecho, late desbocado no soy capaz de alcanzarlos. Debo repostar, refrescar mis ideas e idear la estrategia, cambio de ruedas. Dude en la elección, ojala no llueva. ¡Maldita sea mi suerte! Sobre el asfalto mojado arriesgo demasiado y me salgo en la última vuelta para estrellarme contra el muro del fracaso. Imposible ponerme en marcha de nuevo, todos me adelantan, me pasan la mano por la cara y fuera de pista en mitad de la nada veo como la bandera baja tras el número ocho. Ruge el pabellón aclamando al nuevo campeón y huelo el hedor de la gasolina derramándose sobre la pista. En lo alto del podio recibe de tus manos la gran copa y de tus labios el beso que creía era yo quien merecía. Busco por los bolsillos del ceñido mono. ¿Para que necesita llevar tabaco un piloto? Enciendo un cigarro y arrojo la cerilla sobre el pavimento. Elijo el destierro, que me consuma el fuego, me retiro al olvido. Cuando llegaron ya era tarde, me consumieron los celos y al extinguirse las llamas solo hallaron un cuerpo negro


El cínico.

No me motiva ambición alguna, no necesito ni busco fama o fortuna. Tan solo llegó allá a donde me arrastran los pies y como soy bastante vago es poco lo que avanzo. ¿Mi legado? Lo que abarcan mis brazos y en medio el vacío que es todo mío. No necesito hacer mucho ruido, prefiero pasar desapercibido, falsa modestia o cuestión de supervivencia y tal como ya he dicho solo me mueve la inercia. ¿Mi virtud? La paciencia, que si pasa de la hora y ella no llega me hecho una siesta y ahí queda varada en tierra toda protesta. Mi lastre, la indiferencia, como vulgaridad decir que todo me la “suda”, me la “bufa”, me la “pela
No quiero pasear de la mano
 susurrarte mentiras al oído.
 No quiero escuchar promesas
 caerán en terreno baldío.
 No quiero aceptar tu cariño
 corresponder no es lo mío.

Los pretendientes.

Armados tan solo con palabras, aparecieron el bufón, el soñador y el seductor. En una esquina permanecía oculto el huraño, observando en silencio..
 Empezó el combate dialéctico y en un pedestal, el trofeo por el que se baten en duelo.
El payaso la hizo reír, lo abrazó como a un amigo y el bufón se retiró a un rincón cabizbajo.
En el circo de la vida, no vasta con decir tonterías para ganar la partida.
El soñador se extravió en un laberinto de desvaríos, en un mundo que solo existía en su mente, e intentó arrastrarla consigo. "Lo siento, el tuyo no es mi mundo" Le dijo. Allí quedo solo, en espera de que lo devorara el Minotauro.
Raudo, se aproximó el seductor para empacharla con halagos. Un torrente de versos y estrofas casi la ahogan. La rescató una mano y cuando quiso darse cuenta estaba en brazos del huraño.
"En toda la velada no has dicho nada". El apocado la miró angustiado, la soltó y regresó a su esquina. "¿Porque no me miras?" El huraño sin alzar la vista tartamudeo, apenas se le entendía.
"No se me dan bien las palabras. Me colé por la puerta de atrás. No vine a competir, pues para mi no eres un trofeo." Con un nudo en la garganta, que le obligó a tragar saliva, lo soltó en un susurro. "Yo...yo te quiero."
"¿Como has dicho? Apenas te escucho." Lo cogió de la mano y le invitó a levantarse del suelo. "No me tengas miedo."
Ella lo besó y ambos salieron abrazados del anfiteatro.
El juez miró el registro de participantes y sonrió. "Ya tenemos ganador." Se dijo para sus adentros, al tiempo que subrayaba el nombre del embustero.




Carreteras secundarias.


No soy dado a sobresaltos por lo que siempre escojo la autopista para circular por la vida. Un viejo Ford fiesta y en el casi deshauciado y anacrónico radiocasete suenan los Bachman Turner Overdrive a todo volumen. La música me permite desmarcarme un poco de la rutina que supone mi trayecto vital cuando de improviso algo se cruza en mi camino. Sin cinturón ni airbag ha sido casi un milagro que no me abriese la cabeza en el frenazo. Un animal salvaje me mira con sus enormes ojos tras el parabrisas. No fue una casualidad, ninguna mala jugada del destino, cuando me pidió entrar reconoció que no fue el azar si no todo lo contrario, que fue premeditado. -¿Y no hubiese sido más sencillo hacer dedo?-Realmente jamás se lo dije, tan solo lo pensé para mis adentros.-¿Hacia dónde vas?-Me pregunto despreocupada, como si el tremendo susto que me había provocado no fuese con ella.-Me dirijo hacia el horizonte gris, ese que se vislumbra halla a lo lejos.- Le pareció aburrido y me propuso cambiar de ruta. –Conozco un atajo, nos tomaremos unas copas cuando lleguemos. ¡Vamos, nos divertiremos!-Acantilados a cada lado y curvas cerradas, me sentía mareado, asustado, pero ella insistía e insistía en que apretara el acelerador.-¡Más deprisa, más deprisa!-En sus ojos un extraño brillo, aquello era demencial, nos íbamos a estrellar eso era seguro. Presione el freno con suavidad y fui poco a poco reduciendo las marchas. Se enojó muchísimo y me hizo detenerme.-¡No tienes sangre en las venas, no vales la pena! Me apeo aquí, déjame salir.-Mire a mi alrededor, estábamos en medio de la nada. –Está loca.- Me miro con sus grandes ojos de nuevo al otro lado del cristal.-Adiós, nos vemos.-¿Nos vemos? Por Dios espero que no.-Me intente convencerme a mi mismo de eso pero aquel animal salvaje ya me había cautivado.-Ven, sube, tomaremos esa copa, si te he defraudado no te preocupes, yo pago.-No hubo respuesta, se alejó hasta perderse tras una curva.
Por fin encontré de nuevo la autopista, a los pocos kilómetros pare en un área de servicio. Ni un alma en el lugar, ni siquiera alguien que me atendiera. Pase al otro lado de la barra del bar y me serví una cerveza. Pensé en aquella extraña joven de pelo laceo y oscuro.-¿Dónde estará? ¿A quién habrá obligado a parar y torcer su camino después de marcharse de mi lado?-Apure mi cerveza de un trago, está claro que estoy condenado a beber solo. Monte en mi Ford, el horizonte gris estaba más cerca.





El verbo florido.


De un tiempo a esta parte he perdido la orientación el sentido de la oración y soy el sujeto que ha predicado el error en la sintaxis sin prestar atención más que al adjetivo descalificativo. Y es que no tengo claro, aparte de que follar es un verbo, si es (o no) copulativo. Lo único cierto es que es pretérito y que poco mérito hay (por mucho que el adverbio sea de cantidad) si la calidad está bajo mínimos, si las matemáticas se anteponen a la gramática y el verso, inmerso entre dodecasílabos, se queda en un compendio mal parido.
Tanta rima consonante o asonante (malsonante en el conjunto) ante ponen la preposición ante, con, desde lo bajo del resultado, en, este, hacia, mediante la rima fácil con ahínco cargada sobre la esforzada espalda del cinco.
Ciertamente tengo el verbo florido pues constantemente lo cuido, lo fertilizo con abundante abono para que las palabras broten bellas de entre tanta mierda.
Pronombre personal mal compartido por pro-hombres impersonales de retórica desmedida en la oratoria de mirarse el ombligo, la frase sin sentido del ego desmedido.
Bendito corrector de texto, que libra de todo mal a la ortografía y a los comunes mortales, de la ira de intransigentes filólogos (adictos devotos de la norma escrita).
Y si les irrita, les diré que no discrimino a ningún colectivo, tampoco a los disminuidos. Si bien la h es muda, que la pobre nunca dice nada, al menos la saco sin venir a cuento para que se luzca y la vean.
Participio poco equitativo el repartido entre artículos indeterminados e indefinidos vocablos, neutro el lo y el ello. En desuso, la humilde caligrafía ha muerto asesinada por la tecnología. Relegado papel y lápiz, junto al más avezado bolígrafo, a un muy lejano plano bajo el dominio del tiránico e impersonal teclado y colorín colorado...

 Y ya solo pienso en dormir.
Hace un día soleado pero me trae sin cuidado, me entretengo limpiando en un bordillo lo que quiera que sea que se me pego en la suela del zapato. Pienso debería comer algo, que hace un buen rato el estómago se me va por seguidillas, pues no era hambre. ¡Mierda! ¿Dónde hay un lavabo? Un bar a pocos metros, el tiempo es relativo, se me hizo eterno llegar. Un cortado. ¿El baño? Al fondo a la diestra me contestan, bajando la escalera. ¡Ocupado! Maldeciría pero si lo hago me cago. Imposible encoger el esfínter, contener el desecho. A lo hecho pecho, ahí quedo el recuerdo en una esquina, poco me pareció el precio a pagar por un café malo. Agradecido me marcho antes se den cuenta del desaguisado. Y aquí dejo la única anécdota fuera del contexto de una anodina existencia y con el pretexto de necesitar un lavado y otra muda limpia corro a encerrarme en casa. Suena el teléfono pero no contesto, nunca nadie me llama ¿para qué perder el tiempo? Por aquello de si ocurre algo grave lo descuelgo ante la insistencia. ¡Una puta encuesta, ande vallase a la mierda! Me miro la jeta en la pantalla del monitor apagado. ¿Qué hago aquí encerrado? Afuera el mundo me espera y yo solo pienso en dormir. Me tumbo en el lecho con la esperanza de tu regreso aunque solo sea en sueños y es solo por eso que lo único en lo que pienso
es en dormir.



El último mohicano.

Del Big Bang venimos, tras el lujurioso estallido y aun ajenos de nuestra propia existencia, comienza la loca carrera. Tan solo uno llega a su objetivo y (viendo el resultado) no siempre es el mejor ni el más cualificado. Que bien se está acomodado en el vientre, desarrollándose como un cáncer, a salvo de la intemperie de ese crudo mundo que nos espera ahí fuera. Tras nueve meses nos destierran de nuestro paraíso exclusivo para recibir los primeros azotes en el culo. Un no parar de llorar desde ese instante y, a medida que creces, te das cuenta que de poco sirven tus berridos y quejas.
Llega la adolescencia y en esa etapa donde adolece la experiencia y aun en la inocencia del que todo desconoce, más por pereza, prescindí de la cabeza y dejé fuesen mis pies quienes decidieran. Eligieron ir cuesta arriba a través de la senda suicida. Tan solo pájaros en la azotea soltando mierda, es continua la protesta y asiduos los palos. Que malos son todos. ¡Los odio!
Aun me creía de otra madera, que era de los que no se doblegan ni admiten les calcen bozal y correa. Desenterré el hacha de guerra y partí en pos de las verdes praderas. Aquí sigo haciendo el indio, bailando solo alrededor de la hoguera. No es de extrañar que en este circular bagaje, tropiece siempre con las mismas piedras.
Ya cansado de correr, dejé me adelantasen todos. Veía como se alejaban, blandiendo el índice satisfechos con semblante jocoso. Ellos ya están en la rueda de su jaula de hámster y, a medida que se acercan a la meta, se dan cuenta de lo que al final les espera.
Los veré a todos morir por más que deceleren el paso, es lo que tiene de bueno ir oliéndoles el trasero, el ser el último mohicano. Aquellos que me pasaron por la cara la mano, que tanto temieron el ridículo y al qué dirán, ahora desean ser Peter Pan y calzar leotardos. No necesito de polvos para volar, inmaculado el tabique nasal, dejó que en mi azotea sigan anidando las cigüeñas. Bailando desnudo alrededor de la hoguera en mitad del desierto, aullándole a la luna, soñando con las verdes praderas, empuñando mi hacha de madera.







Anti héroes de celuloide.

De desayuno café aguado, los diamantes guardados en el riñón e irritándome la vesícula, que en esta película no es bello vivir, mucho menos si tu nombre es Juan Nadie y al romper el séptimo sello no encuentras más que facturas en el correo. Pasaron mis días de vino y rosas, recordando lo verde que era mi valle admitir que de las uvas de la ira solo se extrae vinagre. Ahora en ocasiones al caer la noche veo muertos frente al espejo y un sexto sentido me advierte de que si no quiero flirtear con el ridículo lo prudente es regresar al hogar y dejar los sueños de un seductor para mejor ocasión. Siempre nos quedara Paris me dijo antes de partir, pues como desde Casablanca no se pueda ir en patera tendré que posponer mi reencuentro con la mujer pantera de aquí a la eternidad.

Por un puñado de dólares compartió alcoba con el feo, el bueno y el malo para luego uno tras otro verlos pasar de largo, desde entonces amaneció sola hasta que llegó su hora. Tampoco ella tenía padrino, no era uno de los nuestros y en el casino Robert de Niro le susurra al oído: “Matar a un ruiseñor fue tu peor error”.

No hay senderos de gloria para el grupo salvaje, los perros de paja arden en las calles de fuego y los centauros se des hidratan en el desierto. Es en el campo de batalla donde se gana la cruz de hierro, sobre un montículo de tierra y debajo tu cuerpo.

“DESEARÍA QUE MI VIDA FUESE UNA PELÍCULA DE HOLLYWOOD SIN FIN.
UN MUNDO DE FANTASÍA DE HÉROES Y VILLANOS DE CELULOIDE
PORQUE LOS HÉROES DE CELULOIDE NUNCA SIENTEN NINGÚN MIEDO
Y LOS HÉROES DE CELULOIDE NUNCA MUEREN REALMENTE.”*

(Celluloid héroes – The Kinks.)


Sinfonías.


El abuelo se presentó en su entierro con un traje nuevo hecho a medida, en vida vistió de remiendos. En el invierno de sus días me sentó en sus rodillas, y con el tono pausado de los que han olvidado las prisas, me dijo mientras fumaba un cigarro.

"Sarna y tiña es la envidia. Oculta bajo la piel, creémos que nadie la ve, más su hedor nos delata. Mucho te queda por recorrer y te han de hacer la zancadilla. No viajes nunca con una mochila que te doble la espalda y ten la vista siempre fija en el horizonte, que los que caminan en círculo es fácil que confundan el final con el principio y mueren sin haberse movido del sitio.  .
Si te has de ensuciar las rodillas, sea por beber de la orilla de un río o por socorrer al amigo caído. Si inclinar la cabeza, solo por leer un libro y nunca firmes lo que otros te señalen con el dedo. Si te falta el dinero... Pidelo a tus manos y no tengas miedo del trabajo. Más no seas un vasallo ni tengas más amo que tu conciencia. Deja que sea ella quien te guie y no temas al fracaso.
No hay exorcismo que ahuyente al fantasma del imprevisto así que ten la cara preparada para recibir bofetadas. ¡Avanza! Retroceder no sirve de nada, la muerte te aguarda hagas lo que hagas y es mejor enfrentarse a ella de cara.
Yo no tengo nada, más nada echo en falta pues de pequeño no aprendí la palabra "mío". Ahora, mi niño, ve a jugar y no dejes de soñar nunca, que despertar es comenzar a morir."

Y es que el abuelo era un hombre sabio, que sin haber ido nunca a la escuela, sabía leer el cielo y escribir en la tierra.

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